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El cogollu

Hipólito y Honorio

Historia y memoria de la reconciliación constitucional con un abrazo en Nava

Los 40 años de la Constitución española, superado el impacto poselectoral de Andalucía, han centrado la vida política nacional. Las imágenes de la España de 1978 han vuelto a la televisión. Estas páginas han sido el mejor exponente del espíritu que alentaba aquel tiempo y que ahora se trata de recomponer y reivindicar frente a quienes buscan el derribo de la monarquía parlamentaria. Dos paisanos, uno de Nava, Hipólito Gómez de Las Roces Pinilla, y otro de Siero, Honorio Díaz Díaz, entre otros muchos, han reaparecido con su historia, su vida y su mensaje de concordia al repasar los acontecimientos y los protagonistas de aquel tiempo.

Hipólito Gómez de Las Roces, nacido en Nava en 1932, era diputado del Partido Aragonés Regionalista (PAR) en las Cortes que aprobaron la Constitución en 1978 y participó en su elaboración. Gómez de Las Roces ya anticipaba entonces, y se ha recordado ahora, el problema del concepto nacionalidad en la Carta Magna. "En lugar de quitar el proyectil de cañón, para que no se dispare le han puesto un tapón", aseguraba con clarividencia hoy verificada. El líder aragonés, abogado, político salido del régimen anterior, no sólo votó en aquella sesión "sí" a la Constitución, como el diputado socialista de Siero Honorio Díaz Díaz (Saús, 1908-Feleches, 1993), sino que, diez años después, en La Colegiata, en 1988, ambos iban a escenificar con un abrazo delante del edificio del viejo cuartel de la Guardia Civil la recuperación de la convivencia y la definitiva reconciliación de las dos Españas.

Aún emociona leer, ya que la tecnología lo permite, el reportaje de LA NUEVA ESPAÑA hace treinta años en Nava con el hijo del sargento de la Guardia Civil que en 1934 defendía el puesto de la Benemérita y con el minero que en aquel violento octubre encabezó a los socialistas y comunistas que lo atacaban con dinamita. El hijo del guardia y de Alicia Pinilla, de Sotrondio, con una hermana enterrada en el cementerio de Nava, era por aquel tiempo presidente de Aragón. El revolucionario, pacífico líder campesino, había sido ya el senador más votado en Asturias. Conversaron, aún pudieron ver los "furacos" del cuartel donde los sublevados contra la República metían la dinamita, se abrazaron y, cómo no, tomaron sidra. "Por el bien de todos, que no vuelva a suceder algo así. Lo deseo de corazón", dejó dicho Honorio Díaz. Para brindar por el gran triunfo colectivo de la Transición, escanció la sidra Jacinto Llamedo Mayor, "Chinto", aunque Gómez de Las Roces lo intentó.

El recordado alcalde Francisco Fernández Arenas, hijo de los derrotados en la guerra, que también forma parte de esa generación de líderes que dieron paso a cuatro décadas de tolerancia, progreso y bienestar, fue testigo de aquella simbólica reconciliación.

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