Siempre se dice que acordarse de lo bueno es lo mejor que nos puede ocurrir durante toda nuestra vida. Pero, por desgracia, hay unas fechas fatídicas que nos persiguen cada equis tiempo. Y además, son prácticamente inolvidables.
Así, por ejemplo, con solo decir 11-M, se nos viene a la cabeza cómo Madrid se vio salpicada de sangre trabajadora y estudiantil en el año 2004. Unos año atrás, en el 2001, y el 11-S, es decir, el 11 de septiembre, el atentado de las Torres Gemelas, con miles de víctimas, algo que todos vimos en televisión.
En París, en Bruselas y en Londres, los ataques yihadistas aterrorizaron y pusieron en guardia al resto de Europa que aún sigue con nivel 4 antiterrorista a día de hoy.
Y ¿qué me dicen 17-A del más reciente 2017 en Barcelona y Cambrils? Dos lugares donde los yihadistas armaron y pudieron armar aún más desastre del que hicieron, si no llega a ser que su codicia, que acabó con algunos de ellos.
Y dentro de esos terribles desastres que no podemos olvidar es ese 20-A, es decir, 20 de agosto de 2008, cuando un avión de Spanair, al despegar del aeropuerto de Barajas, se vino abajo, según confirman, por descuido de los pilotos al señalizar una avería a la que no se le prestó la debida atención.
Otras muchas fechas permanecen en la memoria de familiares y amigos en otros muchos lugares, que siguen conmemorándose en recuerdo de nuestros seres más queridos. Son fechas inolvidables.
