Pensé y pensé mal que un solo día sería suficiente para protestar por la sentencia del procés. Y me equivoqué. Son las siete y media de la tarde, y la policía carga contra los partidarios del tsunami democrático, cuyo grupo nadie parece aclararnos de dónde procede o quién les manda.
Esta situación nos está poniendo en tensión. Ayer ya produjo heridos, primero entre partidarios nacionalistas y separatistas y, después, entre los segundos y los mozos de escuadra, disparando pelotas de goma que dejaron a un chico sin un ojo y otro sin un testículo. Y acabamos de saber de la muerte de un turista por un infarto en el aeropuerto.
Sentado en casa y viendo las terribles imágenes por televisión de la situación en Cataluña y principalmente en Barcelona, observo cómo los medios de comunicación se guardan bien entre la policía porque incluso, en algunas ocasiones, han sido atacados por los extremistas.
Los manifestantes han tirado todo tipo de objetos y el suelo de las calles da pena verlo: botellas, huevos, tomate, piedras... Y el fuego que ya prende a centenares por toda Barcelona.
Mientras, Torras anima a los manifestantes a seguir con sus protestas a la par que echa sobre ellos a los mozos. Incomprensible.
