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LNE FRANCISO GARCIA

Pena máxima, máxima pena

Un fallo desde los once metros impide al Sporting ganar en Elche, aunque también pudo perder si los ilicitanos llegan a acertar desde el punto fatídico

El penalti es, en un campo de fútbol, la manera más cobarde de anotar un gol. La frase es de Pelé y cabría calificarla de polisémicamente lapidaria, pues el portero que se enfrenta al disparo a quemarropa desde los once metros se ve sometido a un solo lanzamiento de lapidación. Quien en su día aportara al rico lenguaje periodístico la definición de pena máxima para calificar a esa falta que se cobra dentro del área acertó de pleno: un hombre solo, el portero, sometido, a pecho descubierto, al escrutinio de un fusilero. ¿Existe mayor castigo?

En el minuto 72, con el marcador igualado sin goles, una contra bien hilada del Sporting puso a Blackman, que llevaba unos pocos minutos sobre el césped del Martínez Valero, frente a Francis, arquero del Elche que había impedido, con tres paradas meritorias, que los asturianos se pusieran en franquicia. En lugar de disparar de primera, el inglés dejó llegar al defensa, le recortó y el central ilicitano cayó en el engaño: penalti de libro. El delantero británico se fue a por el balón como si fuera suyo y tras disputar con Djurdjevic y Carmona, los lanzadores habituales, se encaminó a su minuto de gloria. Posó el cuero en el punto fatídico y encaró a Francis, un portero enorme. El arquero adivinó el recorrido del lanzamiento y Blackman quiso ajustar tanto al palo que el balón se le escapó fuera.

Unos minutos después, Cordero pecó de pinín, y en una jugada mal defendida por el Sporting, amarró por detrás a Iván, que enfilaba los tres palos. La falta es fuera del área, el arbitro no lo advierte y señala penalti. En un abrir y cerrar de ojos, el Sporting se exponía al riesgo evidente de pasar de una pena máxima errada a la máxima pena de verse detrás en el marcador, sin merecerlo. Benja acometió el encargo pero Mariño adivinó con una felina estirada la trayectoria. Y aún tuvo ocasión el meta de defender con mérito el rechace. En un partido loco de idas y venidas, los dos equipos desaprovecharon el tiro de gracia.

La pregunta que se hace todo el sportinguismo hoy es bien sencilla: ¿por qué fue Blackman el encargado de lanzar el penalti que de haberse ido al marcador hubiera allanado el camino a una nueva victoria balsámica? ¿Fue decisión suya o estaba avalada por el técnico? ¿Ha modificado José Alberto el orden establecido por su antecesor en el lanzamiento desde los once metros?

Desconocemos qué pasaría por la cabeza de Carmona cuando el británico se apropió del balón, puesto que el mallorquín ha anotado cuatro de los cinco lanzamientos que ha pateado esta temporada; pero lo que sí pudimos ver fue el gesto de contrariedad de Uros al ser sustituido. El cabreo del balcánico no parecía tener tanto que ver con el cambio por Pablo Pérez como por el desperdicio de un disparo que suele ser medio gol antes incluso de depositar el balón sobre la cal frente al portero. Y que le habría encantado, por jerarquía, ejecutar a él mismo.

Por lo demás, el Sporting mejora adecuadamente. Tiene más llegada que con Baraja y ha pasado de sentirse presionado por las circunstancias a obtener beneficio de la presión. En ese cometido tiene mucho que ver Sousa, un motor incansable; y el acompañamiento, en la sala de máquinas, de la dupla Cristian Salvador-Nacho Méndez, sociedad ilimitada.

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