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Dos en la carrera / Kilómetro 25

Los azules marcan distancias

El Oviedo, con un equipo cuajado, se sitúa en zona de play-off mientras el Sporting acumula decepciones

Al final del kilómetro 25 de la maratón de Segunda los competidores asturianos se distancian entre sí. El Oviedo marca distancias desde las posiciones de play-off, a las que ha logrado sumarse, mientras el Sporting se rezaga y queda en zona de nadie. Es, por ahora, la consecuencia de que los azules hayan logrado extraer un equipo eficaz de una plantilla corta mientras los rojiblancos no terminen de lograrlo por más que sigan ampliando la suya.

EL SPORTING, DE BRUCES

Lo del Sporting en el kilómetro 25 no fue un tropezón sino una caída de bruces. Tan aparatosa, por desmadejada, que, más que de infortunio, si algo transmitió fue una sensación de impotencia. La misma que indican los últimos resultados del equipo en El Molinón, donde ha perdido tres de los cuatro últimos partidos, todos ellos desde que comenzó 2019. El mal comienzo de año forma parte, desde hace tiempo, de las peores tradiciones sportinguistas, por lo que ver que reincide en él no es precisamente el mejor augurio.

Lección de Osasuna. Esas derrotas escuecen más porque se han producido ante rivales que por historial y aspiraciones se consideran verdaderas piedras de toque. Ninguna, a la vista de lo demostrado en el campo, pareció más fiable que Osasuna, que compareció el pasado viernes en El Molinón. El equipo navarro, rápido, versátil, con las ideas muy claras y jugadores capaces de llevarlas a la práctica, hasta el punto de que distinguir a algunos, como Roberto Torres o el exrojiblanco Rubén García, puede parecer injusto, dio una verdadera lección al Sporting. El precio que pagó el equipo local fue sin duda alto, pero pudo ser mayor, porque Osasuna perdonó al menos dos ocasiones clarísimas, tras dejar en evidencia a la defensa local.

Sin salida de balón. La endeblez defensiva del Sporting fue la confirmación de los temores que despertaba de antemano la ausencia de Babin. En la práctica se pudo constatar lo mucho que representa en la temporada actual el de Martinica para dar solvencia a la zaga del equipo. Es, con todo, un problema transitorio, pues, cumplida la sanción de un partido por acumulación de amonestaciones, Babin estará disponible la próxima jornada. Lo que no parece tan claro es que se arregle de una vez el grave problema que tiene el Sporting en el centro del campo. El entrenador hace cambios en cada jornada, pero ninguno llega a resultar satisfactorio. Desde que se fue Sergio el Sporting adolece de una buena salida de balón y ese defecto compromete de forma decisiva la eficacia de su juego y, en especial, su capacidad de ataque. Las dudas sobre la idoneidad de la plantilla no cesan de aumentar y no parece que los fichajes realizados en el mercado de invierno vayan a despejarlas, sino todo lo contrario, pues han llegado atacantes, que nunca vienen mal, pero para el equipo lo prioritario es encontrar jugadores que aporten anclaje y enlace. Ante Osasuna el Sporting llegó a arriba poco, hasta el punto de que solo logró un tiro a puerta, en un saque de falta. Aitor e Ivi quedaron prácticamente inéditos. Y Alegría dejó ver ambición, aunque también precipitación. Pero el problema principal empezaba más atrás.

Errores de José Alberto. Transcurrido el periodo de gracia al que se hizo acreedor por sus antecedentes en el club y por su buen aterrizaje en el primer equipo, José Alberto se enfrenta ahora a la exigente realidad de tener que responder con aciertos en el día a día a las exigencias inevitablemente altas que se derivan del historial del Sporting y el tamaño de su afición. Ya no le bastará con caer bien, sino que le reclamarán buenos resultados. El viernes se equivocó más de una vez. Para empezar, seleccionó mal el banquillo y, cuando se lesionó un central, Peybernes, se encontró sin un sustituto natural. Y la solución que tuvo que improvisar para afrontar un segundo tiempo que iniciaba con el marcador en contra no fue precisamente un acierto. Para organizar una defensa de tres centrales, como la que dispuso, retrasó a Salvador, el centrocampista de mayor empuje. Con el cambio de sistema el Sporting no ganó en consistencia defensiva, ni en control del juego, ni en empuje ni en peligro atacante. Por el contrario, Osasuna lo tuvo más fácil para contraatacar y para crear ocasiones de gol. Roberto Torres perdonó uno claro antes de lograr el segundo en una jugada en la que los defensores rojiblancos parecieron, más que rivales, espectadores.

Gori gori. El partido se encaminó hacia su final mientras, salvo en el caso de la pequeña hinchada osasunista, cundía en El Molinón una sensación de desaliento, que se incrementó cuando los ultras locales comenzaron a entonar desde su reducto del fondo Sur esa especie de salmodia que lleva por estribillo "No te dejaré jamás" y que, si recuerda a algo, es al antiguo "gori gori" de los funerales. En El Molinón se han ido desvaneciendo últimamente no pocas ilusiones, pero a falta de 17 partidos para el final de la Liga quizá sea prematuro decir que se hayan muerto todas. Tratar de despejar favorablemente esa incógnita, o evitar que surjan dudas peores, es para el Sporting un objetivo urgente, por más que se antoje difícil. Cada jornada, más.

EL OVIEDO, COMO UN TIRO

Al contrario que su competidor asturiano, el comienzo de año está siendo espléndido para el Oviedo. A estas alturas casi nadie se acuerda de que Anquela estuvo a punto de no comer el turrón como entrenador oviedista y que, si finalmente lo hizo, fue con la maleta preparada al lado de la puerta. Pero en 2019 el equipo va como un tiro. De 18 puntos posibles ha sumado 15, con tres victorias fuera de casa. La última, el sábado, en Elche, donde, si ciertamente tuvo suerte, no se le puede objetar que no la buscara.

Ante todo, un equipo. Lo más característico del Oviedo, y tal vez lo mejor, es que se le reconoce como equipo. Podrá gustar más o menos, pero tiene una identidad clara. Que sea más intenso que brillante, no quiere decir que no tenga recursos, que se han acrecentado con el regreso de Saúl Berjón después de tres meses de ausencia. Así, es capaz de acomodarse a las exigencias cambiantes de un partido, como ocurrió en Elche con la lesión de Javi Hernández. Tras el descanso modificó su sistema, pasando a jugar con cuatro defensas, y fue para mejor, pues opuso más dificultades al principal peligro ilicitano, Josan, a la vez que exhibió mejor capacidad de despliegue. Y llegó con fuerza al final del partido, donde, ya en el tiempo de prolongación, le esperaba la gratificante meta de un triunfo in extremis, el segundo que consigue en la temporada, tras el de Soria, hace dos meses.

Suerte sin VAR. Muy poco antes del partido de Elche el árbitro del Atlético de Madrid-Real Madrid había anulado con toda justicia un maravilloso gol de Morata porque al arrancar hacia el balón rebasaba en unos pocos centímetros, casi nada, al último defensor madridista. Ni el árbitro ni su auxiliar de esa zona lo apreciaron, pero estaba el VAR para poner las cosas en su sitio. En Segunda División los equipos arbitrales no tendrán esa ayuda hasta la temporada próxima (aunque sí habrá VAR en el play-off de ascenso). Hasta ahora dependen de la buena vista del equipo arbitral. Y la del juez de línea de la banda derecha, según la posición del Oviedo, dejó mucho que desear. Por dos veces dio por buena la escapada de Joselu en sendos pases en profundidad de Berjón, a pesar de que en ambas el delantero oviedista arrancó en claro fuera de juego. En la primera Joselu finalizó mal la jugada. En la segunda acertó y fue el primer gol azul. Los jugadores del Elche, que apenas protestaron ese gol, habían puesto más énfasis en reclamar un penalty a Nino al final del primer tiempo, cuando Carlos Hernández arrolló al veteranísimo delantero ilicitano. Quizá tenían razón. No pareció que la tuvieran cuando pidieron falta previa del Oviedo en la jugada en la que Planas cometió un penalty tan bobo como evidente. En las competiciones de regularidad, como la Liga, la suerte suele compensar a la larga. Y en ese capítulo entran los errores arbitrales, que unas veces tocan a favor, y otras, en contra. En el Martínez Valero al Oviedo le tocaba a favor.

Una plantilla suficiente. Al contrario que su rival asturiano, el Oviedo tiene una plantilla corta. Eso se convierte en un problema serio cuando se acumulan las bajas. Pero puede suponer una ventaja para el entrenador cuando están disponibles todos los efectivos. O eso parece dar a entender Anquela, tan partidario de una alineación estable. En Elche la vuelta de Berjón permitió cubrir con holgura la ausencia del sancionado Bárcenas, cuyas prestaciones venían siendo tan satisfactorias. Berjón es indiscutible y habrá vuelto para quedarse, con lo que está por ver quién se adjudica el puesto que ahora queda en disputa en la alineación canónica: si el polifacético Bárcenas o Diegui Johannesson, que cada vez parece más adaptado a jugar por delante de la defensa, con mucho terreno para exhibir su poderío. Los que no entren en esa alineación inicial tendrán que conformarse con aportar lo más que puedan cuando les toque hacer de sustitutos. Y también en ese aspecto la plantilla ofrece soluciones. Se volvió a ver en Elche. Javi Muñoz, que salió en el segundo tiempo, volvió a aportar solvencia al centro del campo, liderado cada vez con más autoridad por Tejera. Ibrahima solo necesitó cuatro minutos para hacerse notar: suyo fue el cabezazo al larguero tras el que surgió el penalty que brindaba al Oviedo la oportunidad de la victoria. Y por suerte para los oviedistas estaba en el campo Toché para romper con un cañonazo de libro el maleficio que persigue a los azules con los penalties. En el momento dulce del Oviedo parece haber más soluciones que problemas.

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