El Oviedo es un equipo de demasiados contrastes, de ahí que sea tan intermitente e imprevisible. No se puede salir al terreno de juego con tanto temor como lo hizo ayer la plantilla de Anquela ante el Alcorcón en el Carlos Tartiere. En el primer tiempo el equipo azul no es que no tuviera una sola oportunidad de gol, es que ni siquiera amagó con acercarse con cierto peligro a la portería defendida por Jiménez. Menos mal que los madrileños, si bien controlaron el centro del campo, no fueron atrevidos ni apostaron por dar un paso al frente en estos primeros 45 minutos. Esa falta de atrevimiento por parte de los pupilos de Cristóbal permitió incluso rectificar al técnico azul ya en la primera parte y jugar con una defensa de cuatro en lugar de cinco adelantando a Javier Hernández, pasando así los oviedistas a, por lo menos, jugar en igualdad de condiciones en la parcela central, hasta ese momento totalmente bajo mando visitante.

Luego, eso sí, en el segundo tiempo, el Oviedo espabiló, dio otra imagen y aunque no hiciera un gran juego, ni mucho menos, por lo menos sí se mostró más ambicioso y dominador que los de Alcorcón, quienes por lo visto durante todo el encuentro se hubieran dado por satisfechos con el empate.

Una vez más, los de Anquela, inexplicablemente, desperdiciaron un buen número de minutos por una falta preocupante de iniciativa derivada de un planteamiento técnico demasiado timorato. ¿Por qué el equipo azul no salió al comienzo del encuentro como lo hizo tras el descanso? Lo malo es que es algo habitual en lo que va de temporada, un problema que el entrenador ha sido incapaz de solucionar hasta el momento.

El empeño de Anquela de salir a amarrar el resultado en casa con cinco defensas cuando el contrario llena de jugadores el medio del campo carece de sentido, como volvió a quedar demostrado ayer ante el Alcorcón. Lo bueno, en ésta y en otras ocasiones recientes, es que el técnico azul ha sabido reconocer el error y cambiar el dibujo táctico del equipo y con ello dar con la tecla para cambiar el devenir de algunos partidos.

La entrada de Johannesson en la segunda parte fue el revulsivo que necesitaban los oviedistas, al igual que posteriormente también fue muy acertada la incorporación de Javi Muñoz, un jugador que está demostrando su valía en los no demasiados minutos de que dispone últimamente, tras muchas semanas de ostracismo. Incluso la salida al campo de Ibra en los últimos instantes tuvo un efecto beneficioso para los intereses del colectivo azul. Realmente resulta difícil de entender que a Joselu se le coloqué ahí, de delantero centro, solo contra el mundo, durante minutos y minutos para disputar, uno tras otro, balones por alto en clara desventaja con centrales de una altura muy superior a la suya. Ese papel debería estar reservado para otros delanteros, tipo Ibra, como el senegalés se ha encargado de demostrar, aunque sea en pequeñas dosis, tanto en Elche como ayer ante el Alcorcón en el Tartiere.