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Dos en la carrera / kilómetro 29

Respiro y decepción

El Sporting vuelve a sentirse en El Molinón como en casa mientras el Oviedo cae en Mallorca por su falta de pegada

Sporting y Oviedo terminaron el kilómetro 29 de la maratón de Segunda con sensaciones encontradas. El profundo respiro de desahogo de los rojiblancos, que volvieron a ganar en casa tras tres derrotas consecutivas, coincidió con la decepción del Oviedo por una derrota en Mallorca que escoció más por la forma -la ineficacia ofensiva- que por el fondo. Los resultados de la jornada confirmaron en cualquier caso la igualdad que reina en la llamada categoría de plata, que hace que cada jornada esté abierta a todas las posibilidades. Casi todas las posibilidades siguen abiertas, pues las distancias entre los corredores pueden cambiar en poco tiempo. Los dos rivales asturianos lo constatan. Hace tres jornadas les separaban diez puntos. Ahora, solo cinco. El "derby", a dos kilómetros solo de distancia, gana en emoción.

BROTES VERDES EN EL SPORTING

Con su victoria sobre el Almería, con la que, por tercera vez en la temporada, logró encadenar dos victorias consecutivas, el Sporting mejoró su posición relativa en la clasificación. Si hace tres jornadas estaba equidistante de los puestos de "play-off" y de los de descenso, ahora está claramente más cerca de los primeros (ocho puntos por debajo) que de los segundos (quince puntos por arriba). Pero todavía no ha salido de la ambigüedad en que se instaló hace meses. Sus resultados han mejorado más que su juego. En ese aspecto, el de la forma de jugar, sigue sin transmitir la sensación de equipo consistente, aunque, en consonancia con la proximidad de la primavera, deja asomar algunos brotes verdes, que habrá que ver si se consolidan. Podrá ayudar a ello el retorno de lesionados y sancionados, pero, sobre todo, ese retoque definitivo que persigue su actual entrenador desde su llegada al cargo y al que parece aproximarse, con la consolidación de talentos emergentes, como el de Nacho Méndez, y aportaciones como la de Alegría, que parece haber llegado con la suerte de la mano, a la espera de que se produzca la eclosión de otros nuevos, como Aitor García, que parece capaz de aportar mucho más de lo que ha ofrecido hasta ahora.

Como en casa de nuevo. La principal novedad fue que, tras los desastres recientes, el Sporting volvió a mostrarse fuerte en casa. Más de cara al marcador que en el juego, pero fuerte al fin. Y eso que enfrente tenía a un Almería que llegaba enrachado y demostró con su actitud, y con su buen juego, que se lo creía. Desde el principio del partido el equipo andaluz se mostró ambicioso. Pero el Sporting, al contrario de lo que le había ocurrido últimamente en El Molinón, no se arrugó. Con la excepción de alguna impaciencia del graderío, el eco que recibió de los suyos le hizo sentirse como en casa. De esa misma casa de la que últimamente se había extrañado.

Frenético primer tiempo. El primer tiempo fue un intenso toma y daca, que no logró mover el marcador. Quien más trató de zarandearlo fue el Sporting, en cuanto que creó más ocasiones. La más clara fue, sin embargo, del Almería. Llegó como consecuencia de un error tan tremendo como inesperado de Mariño que, al despejar con el pie un balón franco -suerte que ha demostrado dominar a la perfección-, regaló el balón a Álvaro Giménez, que se encontraba frente a él, a unos quince metros de distancia, solo y al borde del área. El "20" del Almería es uno de los mejores goleadores de Segunda y semejante regalo equivalía por parte sportinguista a una especie de "harakiri". Pero Mariño es, a su vez, uno de los mejores porteros de la categoría y con una parada extraordinaria, en la que unió reflejos, técnica y autocontrol, interceptó el disparo. Con ello no solo limpió por completo el borrón que acaba de echar sino que, muy probablemente, evitó que el partido hubiera seguido un rumbo desastroso para el Sporting. Como suele ocurrir con la superación de los peligros extremos, en vez de producir miedo, este lance sirvió para infundir moral. Y el Sporting volvió a perseguir su gol. Djurdjevic tuvo hasta cuatro ocasiones claras en el primer tiempo. En una falló en el tiro. En las dos siguientes, tras ganar con decisión y acierto la posición, se empecinó en tirar con poco ángulo, sin ver a Alegría que le acompañaba en mejor posición. Y en la cuarta, su mal control cuando se encontraba solo en medio del área almeriense, frustró la que por su simplicidad y belleza fue tal vez la mejor jugada del partido: un lanzamiento de Alegría a Aitor García por la izquierda, una carrera de éste hasta el punto justo y, desde allí, un pase raso perfecto, que superaba a la defensa rival. Aitor García, que había comenzado el partido con dos pifias espectaculares, en intentos de remate de volea, aportó su mejor versión no solo en esta jugada sino también en una ayuda defensiva en la que evitó un posible gol del Almería tras una jugada de Martos por la banda.

Con el llombu . El desaprovechamiento de las ocasiones que había logrado crear parecían condenar al Sporting a una nueva frustración. El inicio del segundo tiempo parecía confirmarlo, con el crecimiento de un Almería en el que, sobre un buen tono general, brillaba el talento de Juan Carlos Real. El Sporting encontraría el remedio, que sería definitivo, en el córner que provocó Carmona en el minuto 63 y que sacó él mismo, muy cerrado, como acostumbra. Álex Pérez se adelantó a buscar el balón, llevándose consigo a Saveljich, mientras detrás de él, y al lado de la portería, pero de espaldas a ella, saltaba Alegría, en cuyo cuerpo golpeó el balón para encaminarse a la red. Que el balón había entrado fue lo único que quedó claro desde el principio. Para saber cómo lo hizo hubo que recurrir a las imágenes de la televisión, que mostraron que el balón había golpeado en esa zona de la espalda para referirse a la cual el asturiano tiene una palabra tan expresiva como precisa: el llombu. La suerte, que no pocas veces ha sido esquiva con el Sporting en esta temporada, vino esta vez a ayudarle de forma decisiva. Y lo hizo, paradójicamente, dándole la espalda.

AL OVIEDO LE IMPONEN UNA PAUSA

El Oviedo hizo en Mallorca una pausa en la excelente marcha que lleva desde que comenzó el año actual. La primera había sido en Zaragoza, a finales de enero. Esta vez tenía otra significación, pues se la impuso uno de sus rivales directos. El Mallorca, que lucha también por meterse en los puestos de "play-off", fue claramente superior, aunque sería injusto decir que el Oviedo entregara el partido. Solo que no encontró soluciones, a pesar de que parecía haberse pertrechado para aportarlas.

Cambios ineficaces. Ante ese rival directo el entrenador oviedista había optado por declararse ambicioso. El Oviedo-19 se estaba mostrando eficaz, pero le faltaba añadir a esa eficacia ajustada el desahogo que dan los goles. Y apostó por añadir creatividad ofensiva y remate. No otra cosa significó que, para salir al siempre desangelado Son Moix, convirtiera a Viti en defensa y diera entrada a Omar Ramos y a Toché. Pero los cambios no funcionaron en la medida que ni ayudaron a mejorar el juego de conjunto del equipo ni aportaron peligro, ni mucho menos eficacia ante la portería contraria. En un partido en el que el Mallorca produjo hasta seis ocasiones claras de gol el Oviedo no llegó a crear ninguna y hubo que esperar al minuto 91 para que consiguiera algo parecido a un tiro a puerta.

Un destello frente a una tormenta. Saúl Berjón protagonizó esa jugada que constituyó la última oportunidad del Oviedo. La eficaz elegancia con que se quitó a un contrario de encima para despejar el camino fue espléndida. Pero ahí terminó lo diferencial de su aportación, porque, tal como había demostrado en los minutos anteriores, como en la jornada anterior en el Carlos Tartiere, todavía está lejos de haber recuperado la plenitud de su capacidad. Seguro que vio cómo Bárcenas se adelantaba al primer palo, pero le faltó precisión para enviar el balón a su encuentro y lo que hizo en realidad fue enviar un balón blando y sin peligro a las manos del portero. Si hubiera acertado, quizá ahora el Oviedo estaría celebrando con euforia un sustancioso empate a pesar de que el partido no hubiera tenido nada de igualado. Un rayo a favor habría sido necesario para neutralizar los efectos de una tormenta en contra. Pero el Oviedo solo llegó a producir un mero destello.

Dos equipos intensos. El partido había sido intenso. Del Oviedo actual siempre cabe esperar esa actitud. Pero es que el Mallorca de Vicente tiene no pocas características similares a las del Oviedo de Anquela, con jugadores que se entregan, no pocos de ellos con mucho poderío físico, como Babá como referencia especial. En Salva Sevilla tienen también, como el Oviedo con Tejera, un director de juego, que pone la imaginación y marca el ritmo. Pero, a diferencia de los azules, cuentan con más desborde en el ataque. Se lo da el poderío de Lago Junior y la habilidad de Budimir. El Oviedo logró mantener a raya a ese rival durante el primer tiempo, en el que cedió una sola ocasión de gol tras un error de Carlos Hernández al arriesgar en una salida de balón, pero se vio desbordado con mucha más frecuencia de la habitual en la segunda parte, en la que el Mallorca creó hasta cinco ocasiones claras, frustradas unas veces por buenas paradas de Champagne y otras por la mala puntería de los rematadores.

Un error doloroso. Si alguna de esas jugadas hubiera terminada en la red, quizá la frustración del Oviedo hubiera sido menor. Lo doloroso fue que el gol que causaría la derrota llegara como consecuencia de un grave error defensivo, como fue no acertar a conjurar una jugada de estrategia, en la que Salva Sevilla, al lanzar un segundo córner consecutivo, en vez de colgar de nuevo el balón sobre la portería oviedista, lo abrió por bajo hacia la llegada del lateral Estupiñán, que, aunque arrancó desde lejos, llegó al balón, dentro ya del área oviedista sin que ningún jugador azul saliera a su paso.

Igual o parecido. La derrota, en todo caso, no supone ningún cambio sustancial. Hace perder algo de terreno al Oviedo y le emplaza a buscar soluciones. Eso sí, de efecto rápido, porque a partir de ahora cada vez habrá menos tiempo para alcanzarlas.

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