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Nada que ocultar

Los entrenamientos abiertos al público y los antiguos amistosos de los jueves ante clubes asturianos

Después de entrenar a puertas abiertas en El Molinón, en el despacho de Mareo, escrito en la pizarra -con tiza o rotulador- o en la tableta, grabado en tinta electrónica, José Alberto López, adiestrador del Sporting, ya tiene once nombres, fiables, para ganar esta tarde en el Arcángel. Según la doctrina al uso aquí no existen titulares y reservas. Esas prácticas eran de tiempos de Carriega o de Vicente Miera, que hace cuarenta años tenía al equipo sportinguista en el liderato de la Primera División española. Y el presidente Vega Arango recogía de manos del Rey la Copa Stadium.

Cuando se utiliza el Ministerio del Tiempo para viajar por la historia rojiblanca, existen paradas obligatorias: la primera, hace 50 años, cuando Carlos Méndez Cuervo se adelantó a la maniobra dilatoria de Rubio Sañudo, inquieto presidente del Real Oviedo, que concertó un partido amistoso un jueves en el Tartiere entre el equipo azul y el Ensidesa para ver en acción a Susi y Quini, dos promesas que apuntaban alto. Rubio pretendía fichar a los hermanos Castro a precio de ganga. A Juan Muro de Zaro, presidente siderúrgico, la cantidad que ofrecía el "grandón" mandatario ovetense le pareció lejos del valor de las joyas granates. En pocas horas llegó a un acuerdo con Carlos Méndez, que esperaba su oportunidad, y no solo los hermanos ovetenses, criados en el Don Bosco, se fueron al Sporting. Morán, Mejido, Cundi, etc., reforzaron al cuadro gijonés mediante un sutil pacto con la empresa pública que envió acero de la mejor calidad para reforzar durante años las mejores plantillas rojiblancas.

Enrique Rubio Sañudo, audaz editor del inolvidable semanario "Asturias Semanal", confesaba hace años en una cena en La Gran Peña (Gran Vía 2, Madrid) que el astuto Muro de Zaro, directivo de Ensidesa y presidente del club, jugó mejor sus cartas; su colega carbayón perdió en la negociación a tres bandas. Los hermanos Castro terminaron en Gijón, cuando había serias opciones de jugar en el rival de Oviedo.

Los partidos de los jueves, disputados contra equipos de la región, eran entonces una oportunidad para ver en acción a los jugadores menos habituales de la plantilla. Los aficionados tenían posibilidad de comparar el momento de forma, sistema de juego y prácticas a balón parado. Y también veían quiénes se tomaban los ensayos con interés o cómo se activaban tras perder el balón. Todos esos elementos que en el fútbol actual no pueden valorar con detalle ni los abonados ni los medios. Hay más intuición que datos a la hora de informar, con precisión, sobre la decisión final que lleva al entrenador a poner un once en juego. Se agradece que JAL tenga una alineación fiable ante el reto de ganar al Córdoba, último de la clasificación por encima del descendido Reus. El objetivo es enlazar la tercera victoria. Un logro parcial camino de junio. Como dirían Tip y Coll: la próxima semana hablaremos del Gobierno, perdón, del derbi. José Alberto y Anquela ya piensan en esa cita de la semana próxima, intentan ocultar sus pensamientos, pero en la cabeza de ambos ya está el duelo regional. Y quien llegue con los tres puntos de esta jornada tendrá mucho ganado, aunque sea en ahorro de ansiolíticos.

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