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Alberto Menéndez

Demasiados regalos

Visto lo sucedido ayer en el Tartiere es lógico que la afición mostrase al final del partido su malestar con los jugadores oviedistas y con su entrenador. Una pitada que evidencia claramente la poca confianza que los seguidores azules tienen en que su equipo acabe en los puestos que permiten jugar la promoción de ascenso a la división de oro del fútbol español. Es como si al final del encuentro ante el Córdoba se estuviesen casi despidiendo, un año más, del sueño del salto a Primera.

Con todo de cara, con dos goles de ventaja en los ocho primeros minutos de juego, los discípulos de Juan Antonio Anquela se mostraron incapaces de hacer el partido completo que esperan sus aficionados desde hace ya demasiado tiempo. Pero es que en esta ocasión, además, no había enfrente uno de los equipos considerados punteros de la categoría. No, el contrario era el último de la clasificación, un desmotivado Córdoba, un conjunto que se encuentra a nada más y nada menos que doce puntos de la salvación.

De nuevo los jugadores del Oviedo dieron un paso atrás cuando se vieron con ventaja en el marcador. Lo que falta por saber es si lo hicieron, en esta ocasión y en otras muchas anteriores, porque así lo manda su entrenador o por propia iniciativa. En todo caso, sea por una o por otra razón, lo que no ofrece ninguna duda es que el máximo responsable de lo que ya es un mal endémico en el juego carbayón, la falta de ambición, es Anquela.

Por supuesto que, como dijo el técnico azul, cualquier equipo de la competida Segunda División española puede ganar en cualquier campo. La cuestión es cómo lo hace. Y un equipo con, teóricamente, aspiraciones de estar en lo alto de la tabla clasificatoria no puede dar tantas facilidades, hacer tantos regalos a su rival como hizo ayer el Oviedo.

El tercer gol del Córdoba fue un claro ejemplo de lo que no se debe realizar para defender un saque de esquina. Dos jugadores, dos, y en el minuto 87, se encontraban libres de marca en el segundo palo de la portería defendida por Champagne, y claro, uno de ellos remató y marcó sin oposición alguna el tanto del empate de los andaluces. ¿Quizás el descontrol tuvo algo que ver con la sustitución de Alanís? El mexicano es quien suele organizar y dirigir habitualmente a la zaga oviedista. Pero quién sabe si eso fue lo que pasó. Eso sí, el error es de bulto y significó la pérdida de dos puntos. Un nuevo regalo y van?

El Oviedo jugó ayer a impulsos y en la alineación inicial, una vez más, y en esta ocasión ante el farolillo rojo de la división, había cinco defensas y sólo un delantero nato, Ibra. Pero es que con todo ese arsenal rodeando a su cancerbero los jugadores azules fueron incapaces de controlar a los delanteros y centrocampistas cordobeses, que tuvieron numerosas ocasiones de gol tanto en el primero como en el segundo tiempo. Ibra consiguió el primer gol del Oviedo y Joselu el tercero. Para eso están los delanteros, para marcar tantos. Por eso resulta difícil de entender como en un partido como el de ayer, ante un equipo prácticamente sentenciado, no tengan cabida ambos en el equipo titular y siempre haya que esperar al minuto setenta para ver a dos puntas auténticos jugando juntos.

El Oviedo, por méritos propios, va camino de repetir la historia de las últimas temporadas: de quedarse en tierra de nadie en la parte final de la competición. Una pena si así fuera.

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