Un año más, en el teatro Campoamor de Oviedo se entregaron los anuales premios a personalidades destacadas que trabajan por un mundo mejor en nuestro país o en cualquier parte del mundo donde se encuentren, en organizaciones o en solitario, escritores, artistas, directores de cine, investigadores.... A veces una persona es tan sugestiva y entusiasta en su proyecto o argumento de acción que llega a mucha gente a la que le tocó el alma, pues siempre se trata de salvar al mundo, a su gente, de la destrucción o de la muerte. Por eso son planes de presente, y alas han de tener para llegar deprisa. "Médicos con alas" se les llama a los que ayudan lo más rápido posible a los enfermos en África, donde hay tantos poblados alejados de los hospitales y tantas urgencias.
Al recibir su galardón, Martin Scorsese dijo que "hay que romper barreras, salir de las crisis, romper las paredes" y crear y hacer más caso a los jóvenes, preocupado como está por el futuro de este arte que enseña a vivir. Se materializa, se maquiniza, se hace caso de las modas pasajeras en el lenguaje, pero no se persiste en la capacidad artística, en el alma, que si no existe o se extingue por otros intereses, casi siempre económicos, hacen que el guión se vaya a pique y quede como papel mojado.
Alpinistas que miran al cielo; una oceanógrafa que nos dice que no se puede esperar, que se han perdido los arrecifes de coral y muchas especies, que se tiran toneladas de plástico al mar que se tragan los peces y después llegan a los humanos.
Asistí algunos años al Campoamor. Esta vez lo vi muy bien por televisión y digo que se trata del discreto encanto de los premios por la pulcra y perfecta organización del teatro, que resplandecía como en tiempos de Leopoldo Alas Clarín en las páginas de "La Regenta" o "Su único hijo" con vida de teatro. En la actualidad, la ciudad criticada por su mirada fría y sin metas eficientes que Leopoldo Alas dibujó como escritor crítico rompiendo moldes, no se parece por fortuna a aquélla.