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Alejandro Ortea

Varadero de Fomento

Alejandro Ortea

Arco iris

La actitud de la Alcaldesa a la propuesta de colocar bancos con los colores de la bandera LGTB

Le ha tocado en suerte -o en mala suerte, vaya usted a saber- a nuestra querida y sentida villa marinera una primera autoridad que de tanto esforzarse en no caer en el populismo llega a ser desagradable. Tomemos un ejemplo de actualidad estos días atrás. Ya sabemos que el gobierno del vecino ayuntamiento de Carbayonia tiene unos bancos, de los de sentarse, instalados en su céntrica plaza de la Escandalera pintados con los colores del arco iris, como se sabe símbolo de las reivindicaciones LGTBI. Eso le pareció de perlas a la anterior Corporación, pero molesta a la actual, de carácter al parecer más bien fachólatra, que se ha tomado la molestia de inventarse toda una reforma de la plaza para, de esta sutil y cara forma, cambiar los bancos de colorines por otros más sobrios.

Enseguida, una parte de nuestros conciudadanos de entre los más concienciados, se apresuraron para pedir que, en sutil respuesta a la homófoba actitud consistorial capitalina, nuestro ayuntamiento pintara a troche y moche bancos con los colores del arco iris, como para demostrar cómo nos las gastamos aquí en materia solidaria con los colectivos oprimidos. No están mal estas demostraciones reivindicativas, aunque sólo fuera como respuesta a la cerril actitud de los mandamases carbayones, además de que se deje patente el carácter abierto a toda clase de formas de vida en nuestra ciudad.

Pero, ¡ay, amigo! Nuestra fraulein Rottenmeier ha dicho que de eso nada, monada, se pintarían bancos con los colores del arco iris, pero no por hacerlo como contestación a la reaccionaria actitud carbayona, sino tan solamente como expresión, en su caso, de una necesidad reivindicativa ciudadana. Lo cual lo ha dejado sin emoción. Es lo que tiene no ser propiamente de la villa o su concejo y proceder del mismito núcleo capitalino: falta un remedo de sensibilidad gijonesista que, entre otras cosas, se manifiesta, a qué negarlo, en una cierta rivalidad para algunos asuntos con el núcleo radiante carbayón. Y eso, por muy alcaldesa que sea y venga de donde nos haya caído, no logrará quitárnoslo, porque, entre otras cosas, en ello encontramos un suave regocijo a nuestras penalidades.

La política ha de ser cosa seria porque para algo a los gestores públicos les encargamos el cuidado de nuestros intereses colectivos; pero también se ha de tener una clara mano populista que empate con la parte sentimental de la colectividad ciudadana. Así que no estaría de más que los correspondientes servicios municipales se apliquen en pintar con los colores del arco iris algunos bancos porque la reivindicación LGTB es consustancial al sentimiento de la ciudad y para marcar bien la diferencia con las tristezas de Carbayonia.

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