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Érase una vez

La necesidad de un consenso político para favorecer el mantenimiento de la Universidad Laboral

Érase una vez... una paciente veterana que adolecía de males concretos. Diversos especialistas con las evidencias a la vista ya tenían claro que, supongamos, la paciente padecía un esguince, una quemadura y falta de vitaminas. Nada que comprometiese su vida, pero patologías que, descuidadas y sin mediar cura, podían entrañar otros problemas mayores.

Hecho el diagnóstico, conociendo los achaques, el asunto pasa al consejo médico del hospital y este resuelve que lo mejor y lo más urgente es enviar a la paciente a un concurso de talentos. La paciente reúne requisitos para competir, pero ninguna garantía de resultar ganadora, uno porque su candidatura tampoco está ni medianamente preparada, otro porque lleva encima algunos retoquillos que no le han sentado ni medio bien y, finalmente, porque tiene sus achaques sin resolver.

Aunque ganase el concurso, la organización del mismo ni trataría el esguince, ni la quemadura ni la avitaminosis ni tampoco el reconocimiento obtenido en él comprometería al hospital a hacerlo. Pero, caramba, el concurso... ¿quién no va a apoyar presentarla al concurso? Y ahí sigue la paciente, petrificada.

Si amablemente llegaste a leer esto hasta aquí es muy probable que te haya sonado esta historia del absurdo e incluso que ya tengas bien identificado el trasunto de la realidad que refleja. Pero permíteme que siga hilando otros hechos reales que pueden parecer, e incluso ser, absurdos. Es nuestro presente.

Érase una vez... la Universidad Laboral de Gijón, un gran edificio, atendiendo a la asepsia de los datos el más grande y el más alto de Asturias. Un complejo construido durante el régimen franquista que fue condenado al ostracismo por el franquismo hasta el punto de dejarlo inconcluso y de que Francisco Franco nunca llegase a poner un pie en él. Un edificio construido durante una dictadura, pero cuyas inauguraciones oficiales fueron a comienzos de este siglo, en democracia y hechas por un gobierno socialista. Un edificio que estuvo activo durante veinte años durante la dictadura franquista y que, fallecido el dictador, lleva en uso más del doble de tiempo. Un edificio que fue la primera construcción en la que participó una arquitecta en Asturias -María Juana Ontañón- y en el que conviven proporciones y referencias clasicistas con elementos clave en la recuperación de la modernidad arquitectónica en Asturias -ahí están el paraninfo, los talleres, el mobiliaro o una serie de escaleras fascinantes-, al igual que en su composición están el hormigón armado, la arenisca de La Marina maliaya, la pizarra y el granito gallegos y maderas de Guinea Ecuatorial.

Érase una vez... Gijón con un campus sin residencia universitaria y con un parque tecnológico con más de cuatro mil trabajadores que carece, por ejemplo, de una escuela de cero a tres años para conciliar la vida laboral y familiar mientras que, al lado del mismo, la Laboral cuenta con cientos de metros cuadrados disponibles sin uso y una obra singular como la "Casa de las maquetas" amenazando ruina. ¿Alguien duda de que el futuro de la Laboral, o de cualquier edificio, es darle un uso adecuado a las necesidades existentes? Una Universidad Laboral con espacios abandonados y que a la vez carece de un espacio para recoger su historia, entender qué fue, qué es, y que tanto permita reivindicar la labor de los cientos de trabajadores -desde técnicos hasta canteros- que la hicieron posible como terminar con leyendas urbanas sin sostén histórico.

Érase una vez... la UNESCO, un organismo internacional con sede en París al que se pretende enviar una candidatura para declarar Patrimonio Mundial a un edificio que en parte ha sido intervenido drásticamente devaluando su concepción original -la caja escénica del teatro es una auténtica atrocidad- y que en parte está en desuso y en un estado deplorable.

¿Alguien tiene en cuenta el tiempo y esfuerzo que supone preparar con seriedad una candidatura para hacer a la Unesco una propuesta de este tipo? No cuesta mucho averiguarlo, tenemos reciente la preparación de la candidatura de la cultura sidrera asturiana, un proyecto iniciado en 2014 que aún está en trámite.

Si la urgencia de la Laboral es reparar sus averías, dar uso a sus espacios vacíos y que se conozca su historia ¿soluciona algo que la Unesco rinda reconocimiento o no a la Laboral? Porque si es que sí ¿alguien piensa que a a venir la Unesco a solucionar los problemas que sucesivos gobiernos y corporaciones no solventan? Y si es que no ¿se cierran las puertas de la laboral y se tira la llave? o ¿se organizan marchas a París para protestar por ello?

Éranse una vez... unos representantes de la ciudadanía que, en vez de buscar las soluciones que están en su mano y que entran dentro de sus competencias optan por crear un circo de tres pistas en el que el objetivo parece que no son las soluciones si no complicar la situación aun más.

Qué bueno sería que un Pleno municipal de Gijón acordase y aprobase por unanimidad solicitar al Gobierno del Principado una serie de intervenciones concretas en la Universidad Laboral, incluyendo incluso un compromiso de cofinanciación de esas intervenciones vinculadas a objetivos necesarios. Qué fácil sería que los mismos grupos municipales que también tienen representación en la Junta General del Principado -todos ellos- transmitiesen a sus colegas parlamentarios su interés por el consenso y el compromiso y que estos acordasen y aprobasen soluciones de manera ágil y certera.

Aparentemente no hay nada que impida ni acuerdos ni soluciones, salvo que en mantener el lío -este como otros tantos- esté el negocio.

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