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Coronavirus: anatomía del incómodo vecino chino

El nuevo agente infeccioso tiene una tasa de transmisión baja y una letalidad menor de la que puede alcanzar la gripe común

Escáner de coronavirus en un aeropuerto REUTERS

Las enfermedades respiratorias son las más frecuentes en cualquier parte del planeta y suponen una inmensa carga social y sanitaria a nivel mundial. La mayoría de estos cuadros clínicos están producidos por virus. Por ejemplo, la gripe, la infección más conocida, provoca gran absentismo tanto escolar como laboral, repercute directamente en la economía y puede alcanzar una tasa de mortalidad en torno al 6 por ciento. Para evitar estas consecuencias se llevan a cabo esas campañas anuales de vacunación a población más susceptible de padecer la infección: mayores de 65 años, personas con ciertas patologías de base, mujeres embarazadas...

Pero, además de la gripe, son comunes otros virus como el virus respiratorio sincitial (VRS, principal responsable de la mayoría de las bronquiolitis), los adenovirus (implicados en procesos febriles y faringitis), parainfluenzavirus (causante de los cuadros de laringitis) o los metaneumovirus (que producen cuadros similares al VRS).

A ellos se suman los coronavirus, el primer grupo taxonómico reconocido por la sociedad científica en el año 1968. En este grupo se distinguen dos géneros distintos: alfacoronavirus y betacoronavirus. El primer coronavirus humano se aisló de un paciente con un resfriado común y síntomas respiratorios en 1965. El virus se designó como coronavirus 229E y pertenecía al grupo de los alfacoronavirus. Después de él aparecieron otras tres especies que infectaban a humanos: el NL63, también alfacoronavirus, y los betacoranavirus OC43 y HKU1. Al igual que otros virus respiratorios, son zoonóticos (proceden de animales) y provocaban, por lo general, la misma patología: resfriado, dolor de garganta, dolor de cabeza, fiebre, tos y malestar general. Pero en ocasiones pueden llegar a desarrollar procesos respiratorios más graves como neumonías, e incluso procesos fatales.

Según los datos del laboratorio de Virología del HUCA, que atiende a toda la comunidad asturiana, estos coronavirus se vienen diagnosticando desde hace más de 15 años, originan el 3 por ciento de las infecciones y son ligeramente más frecuentes en invierno (llegan a causar el 5 por ciento de los cuadros infecciosos).

Además de estas cuatro especies, en 2002 y en 2012 aparecieron en el panorama mundial otros dos coronavirus: el SARS y el MERS.

Ambos son betacoronavirus pero, a diferencia de sus compañeros de género, provocan procesos respiratorios más graves: llegan a tener una tasa de letalidad del 10 por ciento en el caso del SARS y del 37 por ciento en el caso del MERS. Afortunadamente, su aparición fue esporádica y controlada y se limitó, básicamente, a las zonas donde apareció.

Hace tan solo dos meses, surge una nueva alarma en Hubei (China), con casos de neumonía grave sin que se conozca el agente responsable. En menos de un mes desde los primeros casos, y gracias a los avances en la tecnología diagnóstica, se ha podido llegar a determinar que el agente causal es el SARS-CoV-2 (previamente Covid-19), denominado así por su elevado porcentaje de similitud con el SARS-CoV del 2002.

En su corta historia, y a pesar de la alarma social provocada, el nuevo coronavirus (SARS-CoV-2) parece no tener las características de su homólogo (SARS). Una de las diferencias importantes es la distinta configuración de las proteínas que se unen a los receptores celulares humanos. Esta diferencia es suficientemente importante como para que los cuadros clínicos que provocan ambos sean diferentes.

Según indican los datos de los casos estudiados, este virus no es especialmente grave, tiene una tasa de transmisión baja y una tasa de letalidad también baja (2-3 por ciento), menor de la que puede alcanzar la gripe común. Por tanto, se asemeja más las especies de los betacoronavirus ya conocidas (OC43 y HKU1) que a su homólogo más inmediato (SARS-Cov).

Este nuevo virus, como el resto de los coronavirus y otros virus respiratorios, se transmiten por vía aérea o por contacto directo con material infectado que luego entra en contacto con las mucosas. Por ello, para evitar la infección es importante tener en cuenta las medidas universales de protección: lavarse las manos, no tocarse mucosas (ojos, boca...) antes de realizar ese lavado de manos y evitar en lo posible el contacto estrecho con personas enfermas. Una vez infectado, para no propagar el virus es conveniente quedarse en casa, evitar el contacto directo con otras personas, taparse para toser o estornudar y limpiar los utensilios y las superficies potencialmente contaminadas.

No existen tratamientos específicos frente al Covid-19 como ocurre en la mayoría de las infecciones respiratorias virales. Los tratamientos son sintomáticos y de soporte, pero se están empleando algunos antivirales que han demostrado cierta eficacia en estudios recientes. Las vacunas están en desarrollo: se encuentran abiertas en diferentes países, España incluida, distintas líneas de investigación. Sin embargo, estas no llegarán de manera inmediata. Por lo que, al igual que ocurre ante cualquier otro microorganismo productor de cuadros respiratorios, la prevención se basa en una detección temprana de pacientes infectados, el aislamiento de los enfermos para minimizar la propagación y las medidas de prevención anteriormente comentadas.

Los tres firmantes del artículo son miembros de la sección de Virología del Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA).

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