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Crítica

Estrella vuela sola

Estrella Morente cantó flamenco en Oviedo con estilo propio. Aunque no es posible, ni tampoco deseable, la emancipación total de la escuela de su padre, el gran Enrique, la guapísima cantaora granadina demostró la noche del viernes "en una plaza con mucha alma" que ha alcanzado ya la madurez flamenca a través de su propio periplo artístico. Estrella voló sola en la primera parte del concierto entre los vericuetos del cante clásico. La segunda parte fue ese homenaje permanente que el clan dedica a su estirpe con ritmos y melismas propios de la casa.

Estrella inició el concierto a pelo, pregonando por toná, dedicando su arte a las mujeres de Oviedo, vestida de estricto negro gitano y camisa roja. La profundidad del palo ancestral y primitivo dio paso enseguida al cante por alegrías de Cádiz ("que con las bombas que tiran los fanfarrones, hacen las gaditanas tirabuzones"). Ritmo y colorido melódico para un público que buscaba fiesta en la primera jornada de San Mateo. Siguió la artista con unos tangos toreros ("en una tierra picassiana nacía una muleta de ensueño como la arena de una playa malagueña") cantando en su silla de anea, la granadina no pudo evitar bailar sin levantarse. Mantuvo el ritmo alegre pero entró en un palo jondo, el más flamenco de todo su repertorio: la soleá, aunque por bulerías, pues el concierto, insistimos, era festivo y para un público diverso. Aquí Montoyita, el primer tocaor, estuvo excepcional, finalizando la diva con un mutis por el foro de esos que tanto gustan a los gitanos cuando no pueden aguantar tanto arte. Como estaba en Asturias no faltó el palo de ida y vuelta, por eso prosiguió la artista con su Habanera Imposible, con ritmo de bulerías, fusionando sones de aquí y de allá, al estilo morentiano. Sacó aquí Estrella su desconocida faceta de bailaora, con taconeo incluido, cautivando a un público que, no por profano, estaba menos entregado y al que dedicó un guiño al cambiar la letra:. "Asturias no tengas miedo de que el mundo sea tan grande y el mar tan inmenso".

Poco a poco el protagonismo de la diva se va compartiendo con la familia. Nos presenta a José Enrique Morente, su hermano, "que venía a Oviedo de chiquito con su padre a la peña flamenca". El niño de Morente nos sorprendió con una caña interpretada con pasión y voz virgen sin esa rotura que otorga la edad y la vida pero con el encanto de la pureza. Los palmeros Antonio Puga, Ángel Gabarri y Antonio Carbonell, en el tiempo en que Estrella descansaba, se fueron por bulerías, con el toque festero y jerezano de El Monti y el ritmo nervioso del cajón de El Popu.

Nueva entrada de Estrella, con vestido flamenco, melena suelta y mantón de Manila. Su segunda parte ya es totalmente morentiana y arranca con una soleá de los cañaverales. Después, sorprende con una sevillana de esas que solo muy pocos artistas, como el maestro Camarón, pueden convertir en flamenco. Una de las estrofas era la letra de Antonio Flores (No dudaría), y fue coreada por el público más joven. Le toca el turno a la pequeña de los Morente, a Soleá, cuando ya estamos en la plenitud del espectáculo morentiano, interpretando su tema más conocido, "Todavía", una mezcla entre pop y flamenco. Seguirán las dos hermanas juntas, introducidas por el tronío de Montoyita, con Canciones de Romería (tangos) del disco dedicado a Lorca por su padre. Como no podía ser de otra manera el broche final lo pone Estrella con su tema más famoso "El tango del Cerro", muy jaleado por el público y con una Estrella cantando y bailando muy a gusto con un público que le expresó entrega y respeto, aunque la plaza de la catedral no sea lugar para flamenco.

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