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Párroco de Tazones

La herencia de Javier Aparicio

El fallecimiento de un referente en los colegios Los Robles y Peñamayor

El jueves pasado hubo en todos los alumnos de los Robles, y entre los amigos de don Javier, ese aire frío que sopla cuando la muerte pasa cerca. Porque este cura bueno se había ido después de una lucha silenciosa y sonriente contra la enfermedad. Nos lo dijeron en el funeral que se celebró en San Francisco: a don Javier lo quería todo el mundo. Sin ninguna duda, él era un cura limpio, humano, humilde, sonriente, sobrenatural, que conseguía que Dios no fuera un vaso de ricino para la gente.

¿Y qué quiero rescatar ahora de Javier Aparicio? Lo primero, su bondad, su cercanía con toda clase de personas, sin ocultar nunca su alma de sacerdote optimista y, por supuesto, el regalo de su sonrisa para todo el que le trataba. Es cierto que pertenecemos a "una humanidad dolorida", todos somos personas mutiladas. Todos. Por eso cuando conoces a alguien que sabe llevar esa sombra de la vida, que es el dolor sin falsificarlo, te enriquece su trato y su amistad.

En mi primer año en las parroquias de la Marina, en 2013, me ayudó durante la Semana Santa a esa labor paciente que son las confesiones. Ya había tenido una recaída en su enfermedad, pero me echó una mano sin quejarse, con buen humor, y me animó a que yo pusiera "alma y calma sacerdotal", en esa labor que es la cura pastoral de la gente sencilla. En alguna ocasión le pedí ayuda para celebrar la misa en mis parroquias, y siempre acudió sin quejarse. Luego, así es la vida, lo perdí de vista porque se fue a vivir a León. Y aquellas gentes de la Marina lo recuerdan como un sacerdote que tenía "algo" especial.

Ya sé que todos los amigos, al morir, nos dejan un hueco irreemplazable. Es como un amor perdido que abre un agujero que no puede ocupar un amigo nuevo. Y es que todos los amigos tienen un espacio único en nuestro corazón. A mi me queda vacío el hueco de su sonrisa permanente. Yo sigo viviendo, todos vamos hacia la meta definitiva, pero me falta su sonrisa.

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