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Crítica / Música

El París de Perianes

El pianista onubense conectó a Chopin, Debussy y Falla en un concierto irrepetible

Un Auditorio con demasiadas butacas vacías esperaba la nueva visita del pianista de Nerva (Huelva) a Oviedo, que se presentaba en solitario con tres de sus autores de cabecera, recién grabados en el primer centenario de Debussy para el sello Harmonia Mundi y presentado en Madrid el pasado diciembre, todos unidos por un París internacional y aglutinador de tendencias como el propio Javier Perianes (1978) en plena madurez artística y vital.

Chopin es el romanticismo de salón, rompedor pero íntimo, como los dos "Nocturnos" opus 48 elegidos para abrir el concierto, los números 1 y 2 discontinuados por los estertores maleducados que me recordaron la tisis del polaco. Claroscuros parecidos a un Turner (el pintor preferido de Debussy) que prepararía todavía más una paleta de recursos pianísticos para la "Sonata nº 3 en si menor" op. 58, cuatro movimientos donde el "Scherzo. Molto vivace" precede al "Largo" que nos hace intuir las sombras coloreadas posteriores de sonido cristalino, y el "Finale. Presto, non tanto" verdadera explosión de color, pinceladas carnosas, casi pre-impresionistas en las manos del onubense levantando el vuelo con toda la delicadeza y fuerza posibles. Al descanso, el afinador retocaría lo justo el Steinway cual caballete sonoro para los siguientes cuadros.

Debussy admiraba a Chopin y con sus tres "Estampas" viajará con su imaginación desde un piano que se negaba a llamar impresionista, pues lo evanescente ya lo intuimos en la sonata del polaco bien leída por Perianes. Pero el color armónico y el dibujo de pedal en el francés superará paralelismos pictóricos, "mezcla de ingrávido y preciso" en palabras del propio pianista, perfecta definición para esta música que casi transmite olor y color. Las "Pagodas" nos transportan a los nenúfares de Monet con música de gamelán, mientras "La tarde en Granada" y los "Jardines bajo la lluvia" tienen la luz de Regoyos y el olor a azar, rasgueos de guitarra de la España inspiradora de tanto arte, la Expo parisina de 1889 con postales de una Alhambra que Debussy nunca conoció pero el onubense ofició de guía musical perfecto desde una confesa fascinación por el autor (nos quedan grabados los "Preludios").

El verdadero sabor hispano desde la capital francesa, que no abandonamos, lo pondría Falla, del que Perianes hereda la luz atlántica en la corta distancia de Cádiz a Huelva, su cosmopolitismo y la continua búsqueda del color, aquí aliñado con olor a jerez y manzanilla pintados por este Sorolla del piano. Las "Cuatro piezas españolas" son un recuerdo de la patria lejana retratando paisajes y paisanajes: "Aragonesa" recia de jota para escuchar, "Cubana" habanera gaditana mecida en una hamaca del malecón, "Montañesa" que se menea resalada entre Cantabria y Asturias antes de la última "Andaluza" que solamente Don Javier puede transmitirnos como Don Manuel, músicas universales que beben aires parisinos pero evocan la patria chica.

Y la explosión del baile llegaría con "El sombrero de tres picos" y las tres danzas españolas por andaluzas, el todo por la parte, sinfonismo grandiosamente reducido al piano que las manos de Perianes convierten en un arcoiris tímbrico, empuje rítmico con barniz de guitarra y flamenco, bailaoras gitanas de Romero de Torres en la "Danza de los vecinos", seguidillas con prisa en el aplauso que no hizo perder el paso para la farruca del molinero y el fandango de la molinera, fuerza hidráulica atlántica de empuje ruso en el París con decorados y figurines de Picasso, otro andaluz universal que cayó rendido a los aires del Sena y el Barrio Latino.

El público premió con numerosos aplausos el triunvirato elegido y Javier Perianes nos devolvió nuevamente a los tres. Primero, "La catedral sumergida" de Debussy (del primer libro de los Preludios), un Monet musical con campanadas embrujadas, agua antes de "La danza del fuego" de Falla, segundo elemento natural de pasión gitana y sangre agarena, respirando el aire del "Nocturno" nº 20 en do sostenido menor chopiniano, retornando al punto de partida de un viaje musical muy pictórico desde la capital francesa, donde Perianes fue el mago del piano capaz de unificarlo todo desde las páginas de estos tres grandes. Lienzo siempre nuevo aunque lo pinte cada día y aparezcan siempre detalles con luces nuevas cual Antonio López. Españoles, artistas únicos e irrepetibles.

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