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Hombre bueno, ciudadanía libre

Luis Álvarez-Santullano fue una personalidad fundamental en la formación educativa de la España de la II República

El Ayuntamiento de Oviedo saldó ayer una deuda que tiene mucho que ver con aquella tercera España de la Guerra Civil profundamente liberal y republicana, silenciada por unos y por otros. Por unanimidad y, a propuesta del PP, el Pleno aprobó dar una calle a Luis Álvarez-Santullano (Oviedo, 1879- México, 1952), pedagogo, escritor y uno de aquellos brillantes intelectuales que se comprometieron con la España de la II República y trabajaron sin denuedo para convertirla en un país democrático, libre y moderno. Como tantos otros españoles, Álvarez-Santullano murió en el exilio, en México.

Nacido en el seno de una familia de clase media, y educado bajo la influencia de la Institución Libre de Enseñanza, Álvarez-Santullano fue uno de los protagonistas de la modernización educativa y laica de España y el organizador, junto a Manuel Cossío, de las Misiones Pedagógicas, aquel proyecto que llevó la cultura a los pueblos de un país pobre y atrasado, socialmente injusto y necesitado de educación y de cultura.

Su familia, casi toda ovetense y vinculada a las instituciones reformistas de la República, llevaba tiempo intentando que su nombre figurara en el callejero de su ciudad natal. El historiador Gabriel Santullano, uno de sus sobrinos nietos, ha elaborado una documentada biografía de su tío en la que, entre otras cosas, se recogen algunos datos de lo que significaron las Misiones Pedagógicas. Siete mil pueblos y aldeas se beneficiaron de ellas entre 1931 y 1936 y hasta el 31 de marzo de 1937 se repartieron 5.522 bibliotecas que, en conjunto, sumaban más de 600.000 libros. Ciento setenta y nueve localidades tuvieron actos teatrales y corales.

Al inicio de cada actividad solía leerse el mensaje que explicaba su función: "Es natural que queráis saber, antes de empezar, quiénes somos y a qué venimos. No tengáis miedo. No venimos a pediros nada. Al contrario, venimos a daros de balde algunas cosas. Somos una escuela ambulante que quiere ir de pueblo en pueblo. Pero una escuela donde no hay libros de matrícula, donde no hay que aprender con lágrimas, donde no se pondrá a nadie de rodillas, donde no se necesita hacer novillos. Porque el Gobierno de la República, que nos envía, nos ha dicho que vengamos ante todo a las aldeas, a las más pobres, a las más escondidas, a las más abandonadas, y que vengamos a enseñaros algo, algo de lo que no sabéis por estar siempre tan solos".

Trabajador, culto, liberal, humanista y reformista, nunca militó en ningún partido. El final de la Guerra Civil le cogió en París, acompañado de su esposa, María Brzezicka (ovetense de madre polaca), ocupando el cargo de primer secretario del embajador de la República. Estados Unidos, Puerto Rico y, finalmente México, donde logró reunir a toda su familia (sus dos hijos y los respectivos cónyuges), fueron los escenarios de un exilio en el que mantuvo una gran actividad literaria, periodística y divulgativa de sus conocimientos como pedagogo. Y en el que disfrutó de la amistad de numerosos intelectuales españoles en el exilio, entre ellos los asturianos Florentino y Eduardo Martínez Torner, Alejandro Casona, Francisco López Acebal, Constantino Suárez y Álvaro de Albornoz.

Oviedo cumple al fin con uno de sus hijos buenos, un hombre decente que creyó y luchó por una ciudadanía formada, libre e independiente.

Merece la pena destacar que la propuesta de incluirle en el callejero ovetense parte de la concejala María Ablanedo, del PP, quien, a lo largo de estos cuatro años, ha demostrado en la Comisión de Cultura que la buena política no tiene nada que ver con el partidismo o el sectarismo.

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