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Salir del salón

Ante el regreso de la actividad cultural

Decía Mario Benedetti que la gloria no consiste en no caerse nunca, sino en levantarse las veces que sea necesario. Algo que nos sonaba a quimera en muchos de estos lunes de ciudades fantasmas y de escenarios posbélicos. Pero ahora ya va tocando pensar en volver. A esa nueva normalidad que dicen los cursis o, simplemente, a la vida que nos robaron.

Una vida en la que en los sábados sonaban conciertos en los teatros, en la Salvaje o en Lata de Zinc, en la que había tardes de estreno o sesiones de cine de domingo de Saco. Una rutina a la que teníamos derecho para evadirnos de nuestros problemas del primer mundo. Muchos piensan que eso no suma en las cifras macro, que es prescindible, pero este tiempo sin libertad convierte esa afirmación en falaz. La música, el cine, la poesía, el arte, han sido bálsamo y tabla de salvación frente a depresiones y desasosiegos nocturnos.

La historia debe enseñarnos algo. La de nuestra ciudad, por ejemplo, que cuando agonizaba devastada tras el 34 y la Guerra Civil, con un Campoamor, cafés y comercios reducidos a escombros, hizo algo inesperado. Reanudó Zarzuela y Ópera, en un teatro Principado que luego sería cine, con un fondo de ayudas que levantó un Filarmónica que inauguraría la mejor orquesta del mundo, la Filarmónica de Berlín. Después, la reconstrucción del Campoamor que resurgió en el 48 programando la mejor temporada de Ópera de España junto a Barcelona. Aquello nos colocó en el mapa y atrajo a críticos de todo el mundo.

Aprendamos del pasado, que nos enseñó que la cultura también es tejido empresarial, motor económico, empleo y turismo.

Por eso yo afirmo que volveremos. Volveremos a sentir mariposas en el estómago al hacernos con unas deseadas entradas, volverán a resonar los adoquines bajo unos tacones que llegan tarde al teatro, volveremos a emocionarnos con un plié en el Campoamor, con el riff de una guitarra en el Filarmónica, con un andante al piano en el Auditorio o con las musas de un escritor en el Salón de Té. Y para eso necesitamos un sector cultural que salga fuerte del salón y que se levante las veces que haga falta. Y lo hará de nuestra mano, porque una ciudad sin acordes desafina. El corazón de los ovetenses volverá a acelerarse al ritmo del espectáculo y en Oviedo volveremos a sentir.

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