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CRÍTICA / MÚSICA

Música contra la adversidad

El desempeño de la orquesta Oviedo Filarmonía a pesar de la lluvia

Al finalizar el concierto el pasado lunes Marina Gurdzhiya, que hizo de concertino en la Serenata de Chaikovski, se dirigió al público para subrayar el poder de la música que se resiste a la adversidad de la climatología asturiana y que no conoce barreras ni entre fronteras ni políticas. Todo ello estaba justificado por la decisión de que los profesores de la Orquesta Oviedo Filarmonía (OFIL) tocasen finalmente en los soportales del patio del edificio histórico de la Universidad ante la amenaza de lluvia que finalmente se cumplió. Sin embargo, se consiguió salvar el concierto con esta medida, lo que además llevó a reducir el ya limitado número de asistentes a tan solo 70 personas; aficionados que no desisten en su interés por escuchar a la orquesta. Si la semana pasada hubo que suspender el concierto del lunes a causa de la lluvia, esta vez la Ofil consiguió reinventarse, en parte porque la elección de las obras también lo permitió.

El programa presentaba un importante paralelismo con el del jueves pasado, también con orquesta reducida y separada entre viento y cuerda, en conjuntos de cámara que los propios profesores se encargaron de dirigir, y sin la presencia del director titular de la agrupación ovetense, Lucas Macías. La buena disposición y la entrega de los músicos de la Ofil dice mucho y muy positivo de su desempeño profesional. La Serenata para vientos en mi bemol mayor de Richard Strauss abrió el concierto. En ella, fue una constante la uniformidad sonora del conjunto, con un empaste muy correcto entre todas las secciones.

Tanto los instrumentos de viento como los de cuerda sufren por la humedad y su rendimiento puede verse alterado, pero ese no fue el caso del lunes, y el público pudo disfrutar de dos agrupaciones que funcionaron bien, con ideas muy claras en lo que a dinámicas y fraseo se refiere. Aunque la acústica de los soportales ayudó a la sonoridad de los dos conjuntos, es difícil juzgar cuestiones de balances por la disposición que los músicos se vieron forzados a adoptar en la esquina derecha del patio de la Universidad.

La Serenata de Chaikovski puso fin al concierto, con un romanticismo exacerbado, un fraseo muy claro que tuvo en todo momento la intención de ofrecer una interpretación muy flexible de esta obra tan popular, que a ratos sonó muy dramática y afectada, pero también llena de lirismo, muy en la línea de potenciar la imagen más arrolladora del compositor ruso.

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