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Veranes: las raíces romanas de Asturias

El museo de la villa romana de Gijón afronta nuevos retos diez años después de su apertura y cuando se cumple un siglo del descubrimiento del yacimiento

Veranes: las raíces romanas de Asturias

"Abrir el museo a la gente del concejo, para que lo tomen como suyo". Ése era el principal objetivo que se plantearon los responsables de la Villa Romana de Veranes en este año 2017. Una fecha especial para el complejo museístico, puesto que se conmemoran dos fechas de vital importancia: por un lado, el Museo de la Villa Romana de Veranes cumple su décimo aniversario, tras abrir sus puertas en 2007; por otro, se conmemora el centenario del descubrimiento del yacimiento por parte del padre Manuel Valdés Gutiérrez, párroco de Cenero.

Historia

La historia de Veranes, sin embargo, data de muchos años atrás. Del primer siglo de nuestra era, concretamente. Fue entonces cuando se estableció en el entorno un primer asentamiento rural agropecuario, de gran importancia en la zona. Era la segunda mitad del siglo I d. C., la época Flavia. De aquel tiempo data el edificio más antiguo del conjunto: el "horreum", una suerte de granero.

Aquella granja, de considerable importancia, no dejó de crecer hasta convertirse en un latifundio típico de la época: una villa, una explotación agropecuaria claramente diferenciada en distintos elementos. De un lado, la "pars urbana", la vivienda donde habitaba el "dominus" o "pater familias". De otro, la "pars rustica", los terrenos pertenecientes al "domine", dedicados a la explotación. Y un tercer elemento, la "pars fructuaria", orientada a la explotación agrícola extensiva para su comercialización.

Esta fase da paso, durante el siglo IV, a la época dorada de Veranes, con la llegada del "dominus Veranius". Fue él quien hizo del emplazamiento una gran villa tardorromana, en la que "tenía más dinero, más poder o más séquito en la zona que el emperador: era el inicio del feudalismo", asegura Paloma García Díaz, directora de los Museos Arqueológicos de Gijón. La villa conformaba "una gran ostentación, una casa de verano para recibir visitas y organizar celebraciones" cuyos terrenos abarcaban "casi un cuarto del Concejo".

Pero, como si del propio Imperio romano se tratase, a la villa le sobrevino una época de receso. El complejo estuvo a pleno rendimiento hasta la segunda mitad del siglo V d. C. cuando, por motivos aún por descifrar, comienza su declive. La ruina y el progresivo abandono van haciendo mella en la villa, que se sume en el olvido.

Únicamente sigue en pie el "triclinium", un gran comedor que sirvió como base para levantar una iglesia ya en la Edad Media. Junto a ella, un par de viviendas, un puñado de talleres y una de las necrópolis más importantes para el estudio de esa época, "debido al excelente estado de conservación de los enterramientos y la variedad de sus tumbas", precisa García Díaz.

Museo

Como en una tumba, enterrado para siempre, podría haber quedado el recuerdo de la Veranes romana. De no ser por la aparición del padre Manuel Valdés Gutiérrez, párroco de Cenero, a principios del siglo pasado.

"Fue el primero que empezó a entrever que lo que había junto a la iglesia era más antiguo, de una época anterior", relata García Díaz. Durante todo el siglo XX se realizaron diferentes estudios, pero no fue hasta la década de 1980 cuando, gracias a la labor de Carmen Fernández Ochoa, se puso de relieve la verdadera importancia del conjunto, con varias excavaciones consecutivas. Unas labores que se retomaron en 1997, de nuevo de la mano de Fernández Ochoa: fueron las últimas y más largas, que llegaron hasta 2012.

Importancia

"El complejo arqueológico de Veranes tiene una gran importancia dentro de la Península". Las palabras de García Díaz tienen razón de ser. Quizás el aspecto más valorado de Veranes es la gran cantidad de lienzo de muro original que se conserva. "Tiene un estado de conservación muy bueno, que llama la atención de cualquier estudioso", debido a que, además de la cantidad de piedra originaria que tiene en planta, tiene muchos muros en alzado, algo muy poco habitual.

Además, en las excavaciones de Veranes se encontró "una importante colección de objetos. Son muchos, bonitos y raros", enfatiza García Díaz, "hay una gran cantidad de objetos muebles interesantísimos y relevantes". Llaves, cerrojos, rejas, vidrio de las ventanas, una vajilla de alto poder adquisitivo, herramientas de carpintero y herrero o un conjunto monetario "que nos permitió entender en gran medida los flujos monetarios que se daban en la época en esta región". El vestigio más llamativo son los restos de un mosaico de noventa metros cuadrados que cubría el suelo de una de las estancias. La obra tiene figuras geométricas con un patrón base pero con multitud de variaciones que hacen imposible restaurarla al completo.

Sin embargo, el hallazgo más llamativo, "la joya de la corona de Veranes", es un pequeño ladrillo sobre el que está escrito, en carboncillo, el texto "Utere felix domum tu am": "que disfrutes de tu casa". Esta tablilla clarifica que Veranius "hizo un ritual para bendecir su casa" y, además, da pistas de cómo se llevaba a cabo, "colocando la tablilla enterrada, boca abajo". Un hallazgo que explica parte de los rituales de la época.

García Díaz tiene claro su deseo de cara al próximo centenario: "Continuar con la investigación, que es el soporte del discurso dispositivo" y, por último, "lograr conocer en profundidad toda la villa".

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