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Trajes tradicionales para acudir a las fiestas de la era digital

La diseñadora maliayesa Llucía Miravalles depura la indumentaria de aldeano y reivindica su uso ceremonial

Llucía Miravalles, diseñadora:"Se puede vestir de etiqueta llevando el traje tradicional asturiano"

Llucía Miravalles, diseñadora:"Se puede vestir de etiqueta llevando el traje tradicional asturiano"

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Llucía Miravalles, diseñadora:"Se puede vestir de etiqueta llevando el traje tradicional asturiano" Mariola MENÉNDEZ

¿Por qué no acudir a una graduación, recoger un premio, dar un pregón o a una boda -tanto los novios como los invitados- con el traje de asturiano? La maliayesa Llucía Miravalles reivindica llevar esta indumentaria como etiqueta para una fiesta o un acto social, al igual que hacían los asturianos y asturianas en el siglo XIX, recuperando la esencia de aquellos trajes que estaban de moda. Defiende que se puede ir tan elegante como iban entonces, pero lo primero que hay que hacer es quitarse de la cabeza la idea de que el traje tradicional es el rojo que se estandarizó durante el franquismo. El abanico de posibilidades es mucho más amplio y esta diseñadora lo abre y muestra.

Unos y otros comparten el número de piezas. Llucía Miravalles comienza a vestirse por unas medias de lana blanca por debajo de la rodilla, que sujeta con unos ligueros. Encima va una camisa blanca, larga, bien larga, hasta por la rodilla, porque hacía las veces también de ropa interior. En aquella época, la moda era que la mujer ganara volumen de cintura para abajo, así que primero coloca el refaxu y, sobre éste, la saya, que es una falda más lujosa. Están confeccionadas con paños de lana de distintos colores, e incluso, se mezclaban. Para esta ocasión, la diseñadora elige una negra, porque siempre garantiza la elegancia. Si abajo se buscaba volumen, en la parte superior del cuerpo femenino, todo lo contrario. Así que se ajusta bien con el xustiyu o el xugón, que al tener mangas es más propio para el invierno, como opta Llucía Miravalles.

El mandil era otra pieza fundamental en la indumentaria femenina de la época. Son largos y cuando se iba de fiesta se escogían tejidos más nobles, como el terciopelo, pues los de lino se usaban para la ropa de faena. El dengue, en este caso sobre el xugón, es una de las piezas que no pueden faltar porque es una de las más identificativas del traje asturiano. Esta diseñadora maliayesa recupera la moda de la época y juega con la riqueza de los tejidos y no necesita abalorios para dar nobleza a la prenda, a pesar de que las tendencias posteriores se empeñaron en llenar de pedrería tanto el dengue como el mandil. Por ejemplo, los picos de ringo-rango de terciopelo adornan el dengue. Para el trabajo se solía sustituir por uno de lino, llamado solitaria, o por un manto.

Las asturianas del siglo XIX querían verse bien guapas, así que en sus joyeros no faltaban collares de vueltas de coral o azabache. Se llevaban cortos, pegados al cuello, y solían incluían medallas. Otra opción era colgar una de éstas en una cinta de terciopelo. Les colonies son las cintas para atar el collar, que también dan vistosidad al complemento. Los pendientes son otro adorno bien importante. Las solteras llevaban perendengues y las casadas, arracaes.

La cabeza iba cubierta con un pañuelo, de seda para los días de fiesta, y blanco de lino para los de diario. Peinarse con dos trenzas ayuda a colocarlo y sujetarlo. De aquella no llevaban bolso, así que usaban una faltriquera bajo el mandil para llevar sus pertenencias. Ya estaban listas y bien guapas para salir.

Vestirse de asturiana paso a paso

Vestirse de asturiana paso a paso

Los colores más sobrios eran por los que se decantaban las mujeres de más edad, pero las jóvenes optaban por otros más vivos. Del taller de Llucía Miravalles, donde alquila estos trajes, también sale el que lleva Carlota Teresa. Viste mandil azulón sobre falda roja, xustiyu estampado y pañuelo en tonos verdes.

El gaitero que pintó José Cuevas en el siglo XIX y que luego sería utilizado en la etiqueta original de Sidra El Gaitero muestra qué se llevaba en el vestir para los hombres. De aquélla estaba de moda la chaqueta verde, pantalón marrón, chaleco rojo y medias azules, además de la montera, elemento muy asturiano. Así viste Simón San José para esta ocasión. Es luthier de instrumentos tradicionales de percusión y junto a Llucía Miravalles forma una pareja ejemplo de la lucha por mantener la cultura ancestral asturiana. El hombre lleva medias azules o blancas de lana con ligas, "un complemento que no se ve mucho, pero que es muy guapo", matiza Fernando Vázquez. Encima va el calzoncillo blanco, que puede ir por dentro o por fuera de la media, y camisa blanca, también de lino. Las mangas son anchas y en el pecho lleva pliegues que recogen el vuelo de la prenda. El calzón es de paño de lana. Un detalle es su tapa en la parte superior que es como la bragueta de los pantalones modernos. Fernando Vázquez viste un calzón negro, a juego con la chaqueta, y chaleco amarillo. Opta por zapato negro de cordones, al igual que Simón San José, aunque también se acepta bota y escarpinos con madreñas o corices. La faja sobre el chaleco es otro complemento indispensable en el atuendo tradicional asturiano de los hombres. Hay distintos colores y normalmente se lleva recogida completamente. Más que de adorno, servía para reforzar la zona lumbar. La montera es imprescindible, pues es uno de los elemento significativos del traje, insiste Llucía Miravalles. El dinero, la mayoría de las veces eran monedas y eso si lo había al ser tiempos de escasez, se llevaban en la corexa, que iba amarrada al ojal del chaleco y por dentro de la faja. Por lo que alguno se las ingeniaba metiendo clavos para que sonaran y pareciera que llevaba perres.

La afición de Llucía Miravalles por los trajes de asturiano viene de lejos. Siendo una cría, con unos 10 u 11 años, ya acompañó a su madre a un curso en Tazones, de donde procede. "Fue mi primera toma de contacto", explica. Empezó a interesarse, recopilar información e indagar en libros. Para ella han sido claves los grabados del siglo XIX de José Cuevas, donde recoge la moda de la época, o los trabajos de Luis Argüelles, que fue uno de los que empezó a investigar la indumentaria popular. La antropóloga Fe Santoveña le "enseñó a ver la historia del traje de una forma más global". Pues a la diseñadora maliayesa le "interesa más la simbología", que reproducir fielmente cómo vestían hace dos siglos y lo estudia desde el punto de vista de la moda.

"Nunca hubo un sólo traje, hay infinitas combinaciones respetando las prendas. Lo que sí es una tradición en el siglo XIX es vestirse de asturiano y fue lo que duró en el tiempo", destaca. Reconoce que también les han afectado las tendencias de cada momento, pues con la llegada de la minifalda, las sayas se acortaron o los collares se alargaron. Otra aportación moderna es recargar las prendas de abalorios. Llucía Miravalles insiste: "No busco representar a los asturianos del siglo XVIII y XIX, busco la manera de vestir de entonces y recuperar la simbología de vestirse de asturiano". Agrega que no persigue "tanto la fidelidad de la época, sino la elegancia de aquellos trajes".

Su principal reivindicación es precisamente vestirse con el traje regional manteniendo la tradición de llevarlo para la fiesta del pueblo, pero también para eventos, actos sociales o momentos especiales. "No quiero que se pierda la idea del traje asturiano como de ceremonia", insiste. Incluso anima a casarse así. Su propuesta es en negro, como era la moda de entonces, utilizando tejidos nobles como lana, terciopelo o seda. Pero también es una opción para los invitados, invita Llucía Miravalles. Para conseguirlo, lo primero que recomienda es "quitarse de la cabeza que no es un disfraz, es un traje". Esta indumentaria se empezó a usar a finales del siglo XVIII en la zona rural y sobre todo en las de montaña, como delatan los tejidos empleados para su confección. Es en el XIX cuando se implanta, pues los más pudientes recuperan la manera de vestir de generaciones anteriores, coincidiendo con el Romanticismo. "Los primeros años los usaron los asturianos para ir de ceremonia o el día de fiesta, para llevar el ramo. Pero con el auge del folclore en el siglo XX quedó como un elemento folclórico", explica la diseñadora, empeñada en recuperar su esencia.

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