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ASUNCIÓN RODRÍGUEZ LASA | Comunista, exconcejala del Ayuntamiento de Oviedo y "vieya"

"Llegué a la política por la Iglesia y tuve que quitar muchas capas"

"Estudié Magisterio con mi madre, ella tenía 41 años y yo 18, suerte que no íbamos a la misma clase, pero tenemos muchas anécdotas, me pilló pirando"

Rodríguez Lasa en 1998, durante una rueda de prensa como edil.

Tiene 68 años y prefiere decir que es "vieya" al eufemismo de que ha entrado en la tercera edad. Asunción Rodríguez Lasa ha puesto en venta su casa de Caces (Las Caldas), en la que lleva más de 30 años, tras impulsar un proyecto de "cohousing". Vivirá en comunidad en un espacio cercano a Lugo de Llanera. Ese es ahora mismo su proyecto vital. Antes ha habido en muchos otros. Dice que ha vivido muchas vidas, unas mejores y otras peores, y alguna de ellas con una exposición pública máxima al ejercer durante dos mandatos y medio como concejala de IU en el Ayuntamiento de Oviedo. Vivió desde dentro los años más fuertes del "gabinismo". Una enfermedad la llevó a abandonar la política municipal, aunque no puede dejar de ser una mujer política, en el sentido clásico, de interesarse por la "polis". Hija de padre militar y madre maestra, es la mayor de seis hermanos y la madre de un hijo de 41 años que es su gran pasión. Hizo su propia transición personal para despojarse del catolicismo imperante en su familia y llegar al comunismo. Tuvo que quitar muchas capas. Ahora se dedica a seguir estudiando, al yoga, a la huerta y a mil y un proyectos. Una vejez más que activa.

De Pamplona a Oviedo pasando por Pola de Lena. "Nací en Pamplona, pero soy una ciudadana del mundo, y no es una frase hecha, tengo gente querida en muchos lugares. Mi madre, María Asunción Lasa, es navarra y mi padre, Jaime Rodríguez, era asturiano. Era militar y le destinaron a Pamplona. Ella va a hacer 92 años y es todo un personaje, hasta estudió conmigo Magisterio. Él falleció, le llevaba 17 años. A los 10 años nos vinimos a Telledo, el pueblo de mi padre, en Pola de Lena, para recomponer una vida. Él era un hombre de campo y como no pudo estudiar solo le quedaba meterse a militar o en la iglesia. Era muy religioso, pero se hizo militar. Vivíamos en un pueblo, recuerdo una infancia muy bucólica que luego fui a buscar y no existía. Había unas nevadas que para mí eran kilométricas. Mi abuelo me llevaba a hombros entre dos muros de nieve. Cuando vinimos a Asturias yo me fui a Pola de Lena a casa de una tía para estudiar. En mi casa siempre hubo un 'leitmotiv' que era el estudio. Mis padres trabajaban de sol a sol para dejar a sus hijos con estudios. Ella había empezado Magisterio en Navarra, pero conoció a mi padre y empezó a tener hijos. Luego nos fuimos a Avilés para estudiar Bachillerato. Mi padre siempre buscó una salida para sus hijos. Nos trasladamos a Oviedo cuando yo tenía 17 años".

La Iglesia y la Universidad. "En Oviedo empecé a estudiar Magisterio. Estudié con mi madre, que había retomado los estudios, aunque afortunadamente no íbamos juntas a clase. Yo tenía 18 años y ella 41. En aquella época era una persona muy mayor para estar en la Universidad. Tenemos anécdotas muy curiosas. Un día piramos clase y fuimos a una cafetería que tenía un sótano. Al entrar vi a mi madre. Era una persona con muchísima autoridad y me dijo '¿Pero qué haces, no tenías clase de Lengua?' y yo le contesté: '¿Y tú no tenías clase de Matemáticas?'. Vivíamos en Vallobín, en una casa de 60 metros cuadrados. Estaba la habitación de los niños, la de las niñas y la de mis padres. En aquella casa se vivía con los ritmos de estudio, unos nocturnos y otros, como yo, más madrugadores. Mi padre era de los madrugadores, se levantaba a las tres y media de la mañana. Estudiaba idiomas, hizo Bellas Artes, plantas. Era un hombre de muchas convicciones religiosas. Estaba en las antípodas de lo que hoy son mis ideas, pero los valores los aprendí en mi casa. Mi padre daba su palabra y no había contrato que lo superase. Nos daba clases de Matemáticas. Fue militar de baja graduación. Le retiraron muy joven. Se casó con 41 años. Se dedicó a trabajar de conserje, llevar contabilidades. Hubo temporadas en las que trabajaba en un hotel por la noche. Hubo épocas que trabajaba las 24 horas. Mi madre es una navarra alegre y muy madre. Hoy, con 91 años, nuestra vida familiar pivota alrededor suyo. Sigue haciendo la comida todos los días. Siempre dio clases particulares. Recuerdo que en Avilés enseñó a leer a todo un barrio en el salón de casa, llegó a tener más de sesenta alumnos. Los niños no podíamos salir a la calle, o íbamos a la parroquia o a la Sección Femenina. Yo opté por la parroquia de San Pedro de los Arcos. Entré en contacto con la gente de la JEC, de la JOC, del Junior. Hicimos campamentos con niños, empezamos a estudiar política. Yo a la política me acerqué desde la Iglesia y luego tuve que quitarme muchas capas. Me ayudó a tomar conciencia política en el sentido amplio. Estaba muy bien creer en el más allá, pero estábamos en el más acá".

La expulsión de Magisterio y la explosión de libertad en París. "En Magisterio me pilló el espíritu de Mayo del 68. El dictador estaba mal, aunque desgraciadamente no moriría hasta años más tarde, pero ya había aires de libertad. Hubo una movida y protagonizamos el primer encierro en el despacho del director contra una profesora de Matemáticas que era nefasta. Nos dijeron que ninguno de los que estábamos allí íbamos a acabar la carrera en Oviedo. Así fue. Una amiga y yo nos fuimos a Pamplona para poder acabar la carrera. Con el reflujo de Mayo del 68 y como yo hablaba francés, escribí una larga carta a mis padres diciéndoles que me iba a París. Era 1970, tenía 20 años y era menor de edad, de aquella la mayoría de edad para las mujeres eran los 21. No podía salir de España sin el permiso paterno. Mi padre se enfadó y me dijo que no saliese de España, que solo faltaría eso, irme a un sitio de perdición. Yo contesté que íbamos a tener un problema porque me iba a ir igual. El día antes de marcharme de Pamplona me llegó el permiso de mi padre. Me voy a París y aquello fue una explosión total para una persona salida de un ambiente tan religioso. Los primeros días nos alojamos en un convento, pero duramos muy poco. Las monjitas nos dieron un vapuleo de miedo nada más llegar. Nos contaban cosas de una pobre chica de pueblo que había llegado y la habían dejado embarazada. Cuando salíamos, una de nosotras siempre se quedaba sin comer porque como decían las monjitas nos iban a drogar e íbamos a caer embarazadas. Hoy da la risa, pero la visión de la mujer era así. Luego encontramos trabajo de 'femme de ménage', a cuidar niños y fregotear. Estuvimos en París un año muy bonito y muy rico y se abrió la mente. A partir de ahí nada fue igual".

Regreso a Oviedo y comienzo de la vida laboral. "Volví a casa con la carrera de Magisterio, pero pensé que tenía que estudiar más. En aquellos años se llegaron a convocar cuatro oposiciones al año con 10.000 plazas. Yo estaba en la Universidad haciendo el servicio social y pensé que tenía que trabajar para seguir estudiando. Preparé las oposiciones en dos meses, llegué justo a las trescientas cincuenta pulsaciones por minuto en mecanografía. Me presenté muy tranquila, pensando que no iba a aprobar, pero saqué un número extraordinario. Entré en la Administración pública de auxiliar administrativo en el año 1973. Me matriculé en la Universidad. Trabajaba en Inspección de Educación con la vieja guardia, pero me tocó el primer trabajo con una inspectora que era María Balín, que hoy da nombre a un colegio de Oviedo. Fue una mujer que me enseñó muchísimo. Me matriculé en Geografía e Historia. Ahí empiezo a establecer contactos con gente. Los que lo movían todo y que estaban más cualificados eran los comunistas. A los del PSOE, con los que luego compartiría vida y puestos en otra trinchera, no los conocí de aquella, pero recuerdo que estaban Trevín y Arturo Verano. Del PCE estaban Jorge Uría y Paco Erice, eran líderes estudiantiles".

La entrada en el Partido. "Cogí el carné del PCE en el bar Julio, en la Argañosa, en el año 75, antes de la muerte del dictador. Yo estaba en una célula muy clandestina. Era el tiempo de la Platajunta, que te citaban en un sitio sin saber más. Un día me encontré con el que sería mi cuñado, era novio de mi hermana y no sabíamos dónde militaba cada uno. Nosotros éramos los peones, nos pasaban cosas y teníamos que llevarlas a determinados sitios. Mi hermana estaba en Químicas y estudiaba veinticuatro horas al día, así que le dejábamos los panfletos y le decíamos que si alguien llamaba a la puerta mirase por la mirilla y si era la Policía los tirase por un lugar concreto. A mi hermano le cogieron y tuvo que hacer la mili obligado en Tarifa. Fue un drama en la familia, especialmente para mi padre. Yo nunca dije en casa que militaba en el PCE, se fueron enterando poco a poco. Todo se descubrió cuando vinieron a buscar a mi hermano, para mi padre aquello fue un aldabonazo. En casa fueron años de mucho enfrentamiento y debate, pero sin faltarnos al respeto. Mi padre era muy autoritario y los hijos le salimos absolutamente contrarios. Mis dos hermanos pequeños eran anarquistas. En aquella casa se hablaba de sexualidad, de religión, de la de mi madre. Con los años, ya en el Ayuntamiento, les decía a mis compañeros que desde que me salieron los dientes he estado debatiendo con gente que pensaba diferente".

La muerte de Franco y las primeras elecciones democráticas. "Estaba con mi padre en casa viendo la tele cuando anunciaron la muerte de Franco. Mi padre no era franquista, no tenía formación política, a posteriori se dio cuenta de lo que había vivido y de en qué Ejército había estado. Yo lo viví con alegría. También tuve pena de que el dictador se hubiera ido en la cama, de rositas, tras hacer muchísimo daño, pero alegrándome de que entrase una bocanada de aire fresco, aunque esperábamos demasiado. Lo que sentí entonces fue una liberación total. Yo estaba en el PCE, trabajaba en la Administración, acababa de nacer mi hijo y participé en las primeras elecciones democráticas. Fui a San Pedro de los Arcos con un viejo militante comunista. Aparecieron unos que se veía que eran de Alianza Popular y nos taparon las papeletas. No es una leyenda urbana, yo viví cómo tapaban las papeletas del PCE para que no nos votasen. Aquella fue mi primera experiencia. En el franquismo, los funcionarios no teníamos derecho a sindicarnos, así que tras la muerte del dictador pusimos en marcha SUATEA, el primer sindicato de Educación. Después participé en la creación, dentro de la Administración, de Comisiones Obreras. Ahí empiezo la militancia político-sindical".

Llegada al Ayuntamiento de Oviedo. "Trabajé mucho en el sindicato. Fui la primera mujer presidenta de la Junta de Personal de la Administración del Principado. Llegaban las elecciones de 1991 y Emilio Huerta, 'Triqui', me convenció para ir en las listas con IU. Los 'popes' del partido preguntaron quién era aquella chica. Yo dije que no era mi momento, pero se empezó a plantear dentro del partido qué pasaba con las compañeras. Así que me presento a las elecciones y entro en el Ayuntamiento de Oviedo sin ningún bagaje en las instituciones. Sacamos dos concejales. Entramos Roberto Sánchez Ramos y yo. No le conocía, pero él sí tenía experiencia. Fueron las primeras elecciones que ganó Gabino de Lorenzo. Allí estaba Masip (que había sido alcalde socialista), que mandaba muchísimo. En las primeras reuniones, Gabino se equivocaba y llamaba alcalde a Masip. El primer mandato de Gabino fue más tranquilo que lo que vendría después. De aquella había un mínimo de educación y de escucha, casi todos éramos nuevos. Pronto empezó a desvariar".

Segunda entrega, mañana, lunes:

"A mediados de los 90, en Oviedo, o te compraban o te mataban"

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