Como sucede con más frecuencia de la deseada, la historia de los restos de la piloñesa Cueva de El Sidrón tuvo un azaroso recorrido. Primero, porque recordó la Guerra Civil y la postguerra; segundo, porque en los inicios tuvo un complejo despliegue judicial y administrativo positivamente resuelto; y, tercero, porque el descubrimiento de unas mandíbulas en 1994 despertó de su dilatado letargo a unos restos que descansaban tranquilamente en una pequeña galería desde hacía unos 49.000 años antes del presente.
Nadie podía imaginar que se llegaría tan lejos cuando comenzó el proyecto allá por 1999. La suerte fue una extraordinaria aliada porque no hubo ningún proceso biológico o físico que deteriorara los abundantes restos arqueológicos y antropológicos. Su conservación es, pues, razonablemente buena. Asimismo, se elaboró un proyecto bien organizado, riguroso y con aptitud de interdisciplinariedad y hemos podido ahondar en el conocimiento de nuestros antepasados neandertales.
A través del estudio de los más de 2.500 fósiles humanos y cerca de 400 piezas líticas ahora sabemos mucho más de esa especie y, entre otras cosas, hemos establecido por vez primera un protocolo anticontaminación durante la excavación para la extracción los huesos destinados al análisis de ADN.
El flujo de información ha sido constante en estos años en diferentes medios de comunicación que se han hecho eco de los importantes resultados obtenidos, y en más de ciento treinta publicaciones sobre El Sidrón tanto en revistas científicas de impacto, internacionales y nacionales, como en obras generales y de divulgación. Algo que ha colocado al yacimiento, al concejo y a Asturias en los mapas de todo el mundo.
La firma del nuevo convenio entre la Consejería de Educación y Cultura, el Ayuntamiento de Piloña, el CSIC y la Universidad de Oviedo abre nuevas y amplias posibilidades a la investigación y a la difusión del Proyecto de El Sidrón. Cuatro instituciones directamente implicadas unen sus esfuerzos para continuar proyectando todos los resultados a diferente escala, a fin de cumplir con rigor y seriedad los objetivos relacionados con el patrimonio cultural y natural: que se conozcan y que se conserven bien. Nada más y nada menos.
