Franco Torre

CRÍTICA / CINE

Franco Torre

Un futuro clásico

Hay películas que crecen con los años, que cobran fuerza solo al cabo de unos cuantos visionados, cuando el ruido del estreno ha quedado ya sepultado por el tiempo. "Interstellar", la epopeya espacial de Christopher Nolan, es una de estas películas. Estrenada originalmente en 2014, dos años después de que el cineasta británico cerrase su trilogía centrada en Batman, "Interstellar" partía con las más altas expectativas. Recibió buenas críticas, no excelsas; funcionó muy bien en taquilla, aunque no llegase a la cifra mágica de los mil millones de recaudación; y avivó los debates científicos. Pero todas las reseñas y los comentarios en torno a la película tenían un punto de tibieza. Un breve monólogo de Amelia (Anne Hathaway), sirvió a muchos de coartada para desdeñar toda la película, mientras que otros hablaban de una supuesta "falta de alma" de los filmes de Nolan. Esta recepción encerraba acaso una paradoja: ¿pudiera ser que una película que partía con tan altas expectativas generase rechazo al colmarlas? Porque "Interstellar" es una obra monumental, una película que logra aunar espectáculo y profundidad, una epopeya espacial que nos adentra en los terrenos de la astrofísica sin desdeñar la componente humana. La trampa temporal del planeta de Miller, el terror irracional (en realidad, profundamente racional) de Mann, el vertiginoso montaje paralelo que enfrenta las acciones de Cooper y Murph, a años luz de distancia... En una película que recoge la fértil herencia de la mejor ciencia-ficción (de "2001" a "Solaris"), acaso la escena clave es una que la emparenta con John Ford: la imagen de un desconsolado Cooper, recién llegado del planeta de Miller, viendo las grabaciones lanzadas al vacío, sintetiza todo el drama del filme, del mismo modo que la mirada vacía de John Wayne, cuando se detiene para dejar a su caballo descansar tras caer en la trampa de los comanches, plasma el trauma que anima "Centauros del desierto". Eso es cine, eso es "Interstellar", una película de la que seguiremos hablando dentro de treinta años y que ahora vuelve, por tiempo limitado, a los cines.

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