Nava,

Mariola MENÉNDEZ

Con un tronco de madera y pertrechado de herramientas propias de carpintero, nada sofisticadas como hacha, gubias, formones, maza y motosierra, el escultor Guillermo Lourido es capaz de realizar su particular denuncia social. El artista gallego vuelve a exponer en su localidad de adopción, Nava, después de que recientemente sorprendiera con su muestra escultórica en la Casa de Cultura. Ahora desembarca en el Museo de la Sidra hasta el día 15.

Su obra se caracteriza por que lejos de buscar la perfección y belleza estética tiene como fin conmover al espectador. El propio Lourido reconoce que «más que representar» quiere «expresar». Para lograrlo se vale de herramientas básicas y mucha destreza como artista. «No sigo las vanguardias ni estoy en ninguna corriente», apunta el escultor, que ha creado su propio estilo siguiendo como únicos dictados los suyos propios. Aunque lejos de encasillarle, su trabajo recuerda al de los expresionistas. Sus esculturas, al igual que la obra que Edvard Munch pintó en 1893, dan un grito de denuncia social.

La técnica empleada es el sello inconfundible de Guillermo Lourido, aunque matiza que «ya está escrita» y que no ha «inventado nada». Asegura que sólo se ha apropiado de ella y la ha personalizado. Recurre a la madera como materia prima de sus creaciones porque sostiene que es «lo más próximo, es muy primaria» y le atrae su expresividad, aunque no descarta experimentar con otros materiales.

Ahora se centra en dar forma a una nueva maternidad, que como la que se expone en el Museo de la Sidra, mira con incertidumbre el futuro poco esperanzador que le espera a su hijo venidero desde su incipiente cuerpo de madera de arce. Se sintió impactado por la hambruna que sufre Somalia y el Cuerno de África y trata de reproducir la angustia que cabe pensar que sufre una madre gestante en ese escenario. «Siento la necesidad de expresar cosas y pretendo ocupar un espacio nuevo, que no existe, y que se hace realidad mediante la forma. Mi objetivo es transmitir y despertar sensaciones», explica el artista.

La dureza, a veces desgarrada por el dolor y el miedo, de sus tallas, muchas de ellas a tamaño real, deja indiferentes a muy pocos de los que las admiran. «Mi escultura es una deformación de la emoción», afirma Lourido.

Las esculturas se pueden ver hasta mañana en la Casa de Cultura naveta