Las costumbres cambian en verano. Es normal. Los días son más largos, las brisa marina es más agradable y los bañadores floreados sientan bien hasta a los ingleses que se pasean en chanclas con calcetines por Mallorca. A algunos hasta nos gustan los anuncios de cerveza con música "buenrollera" que no toleraríamos en pleno mes de enero. En las redes sociales pasa lo mismo. Menos con Zapata, con el resto del mundo la realidad virtual se vuelve más tolerante, menos políticamente correcta que durante el curso académico. Las noticias que se tuitean son más livianas y la educación de familia real holandesa de la que algunos presumen entre octubre y junio pasa a mejor vida. Durante el estío internet se llena de "paellitas en la playa" y de tuiteros que juegan a ver quién tiene el termómetro con un número más alto. Pero este año hay novedades. Han llegado a nuestras vidas los palos de "selfie". Aún no somos conscientes del mundo de posibilidades que se abre ante nuestros ojos. Nunca más platos de melón con jamón sin el comensal disfrutando de ese manjar digno de la mesa de Rajoy y Sarkozy. Hasta siempre pies descalzos a la brisa del mar sin cuerpo humano que sujetar. Buen viaje a los brazos blanquecinos que sujetan un móvil para sacar la cara sonriente del bañista. Este es el verano del palo.