Algunos volvían cantando, otros dormían o soportaban el comienzo de la resaca como podían y a muchos de estos últimos "había que ir despertándolos cuando llegaban a Gijón, la mayoría no sabía ni donde estaban". Ese es el Carmín que vivieron Juan Ramos y David García, conductores de autobuses Licasa que llevaron algunos de los servicios búho entre la Pola y Gijón.

Su turno empezó por la tarde, cuando los padres dejaban a sus hijos en el autobús sin marcarles hora de retorno. "Es la seguridad de saber que no cogerían el coche", precisa García. El escenario cambió a partir de las tres de la madrugada, cuando comenzó el retorno de los chavales de entre 15 y 18 años. Según avanzaba la madrugada, los romeros llegaban en peor estado. Los de las 8 de la mañana entraban al bus entonando los cantares típicos de quien tiene ganas de más. Pese a todo, los conductores destacan la "formalidad" de los fiesteros. Formalidad entre comillas "porque el Carmín es el Carmín".