Hice un receso en el Forth Florence International Choir Festival para ir a la Vía Serragli, donde me alojo, en Oltrarno, es decir, al otro lado del río Arno, al sur exactamente, para escribir esta modesta crónica.

Los coros juvenil y de cámara "Voces Blancas" del Conservatorio Valle del Nalón, después de enormes sacrificios de cada coralista, durante años y en este mismo viaje, con el apoyo económico de sus familias y una ayuda del INAEM (Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música), llevan días defendiendo el pabellón español y ayer viernes estuvieron en la clausura del Festival en la Basílica de la Santa Croce. Hoy visité esta basílica, casi doscientos años después de Stendhal, que, al verla sintió que se le aceleraba el ritmo cardiaco, sudó la gota gorda, padeció vértigo y sufrió alucinaciones. Si el escritor francés fue en julio, yo diría que sus síntomas fueron los de un golpe de calor; de acuerdo que es bellísima, que aquí está el panteón de panteones, con las tumbas de Miguel Ángel, Rossini, Galileo y Maquiavelo, entre otros, y muchas obras de arte, pero estos días padecemos más de cuarenta grados y sólo los respingos de escuchar a Voblana ("Voces Blancas del Nalón"), entre otros asombros y maravillas, me alivian de tantísimo calor.

Con Voblana recorrimos el Palazzo Vecchio, en el Salone del Cinquecento donde se celebró la inauguración, una sala grandiosa en todos los sentidos y dimensiones, exornada con pinturas de Vassari que ocultan otras de Miguel Ángel y de Leonardo da Vinci; la Basilica San Lorenzo, algo más allá del Duomo; el Auditorium Sant'Apollonia, en dirección a la Galleria dell'Accademia que conserva el "David" original de Miguel Ángel; la Basílica Santa Trinitá, al lado del puente del mismo nombre, con magníficas vistas al Puente Vecchio, y, finalmente, la Basílica susodicha de la Santa Croce.

Voblana cantó y compitió con coros de San Luis Obispo (California), de Tallin y de Tartu (Estonia), de Portsmouth (Inglaterra), de Sendai (Japón), de Shangai (China), de Hong Kong, de Shumen (Bulgaria), de Yerevan (Armenia), de Stettino (Polonia) y de Manila (Filipinas), éste último de la Universidad de Santo Tomás, el mejor que escuché nunca. Las asturianas cantaron, entre otras, "La dulce habanera", de Ricardo Lafuente, que supo a sal fina, finísima; "Scurre miseris", tierna, majestuosa; la "Bohemian rhapsody", del Queen de Freddie Mercury, roquera y con coreografía, pues estas jóvenes también saben de teatro y ballet; "Las amarillas", de Stephen Harfield, que hicieron bailar al jurado, y las vanguardistas "Prière", procesionada con velas, de Albert Alcaraz, con cluster y disonancias al final y un do sobreagudo que pudo hacer añicos un crucifijo de Donatello, y "Soleil", de Patrick Burgar y versos de Marc Blanc; aquí, en estos destellos solares y ardientes solfamíes, sobre todo sol, sol y sol mayor, en esta Florencia calurosísima, sentí el síndrome de Stendhal, me pareció que la vida estaba agotada en mí; un escalofrío recorrió mi cuerpo un buen rato, el suficiente para salir del auditorio y venir a mi habitación en Vía Serragli, bajo un sol implacable, con la piel de gallina, los pelos de punta, sudor frío y todas esas cosas.

En uno de los cuadros grandísimos de Vassari, del citado Salone del Cinqueccento, existe una especie de flecha en el que puede leerse este texto: "Cerca trova", indicando la dirección de un desfiladero en el propio paisaje del cuadro, una pista para que en su día se supiera que estos óleos de Vassari ocultan unas pinturas de Miguel Ángel Bouonarroti y de Leonardo da Vinci. Quede aquí constancia de que el trabajo del creador y director de Voblana, Óscar Allen, merece muchísima atención y reconocimiento, y que sus coros llevan, a mí entender, esa divisa: "Cerca trova"; "Cerca encontrarás", por aquí está el camino del arte y del escalofrío.

Y el final no pudo ser mejor. Óscar Allen ganó el premio al mejor director del Festival y ayer le entregaron en la basílica de la Santa Crosse, en Florencia. Además del éxito de Allen, el coro de cámara ganó el primer premio de su categoría.

El coro juvenil ganó el segundo premio de su categoría y ganó también a la mejor coreografía, que consistió en una de las piezas en la que hacían una procesión con velas. Interpretaban también una canción de Freddy Mercury. Se premió la puesta en escena y los bailes, con piezas como "Bohemia Rapsody".