-¿Ha sido su última feria?

-Sí. La norma que tenemos en la Comisaría de Policía, con delegados y presidente, es que en cuanto el presidente se jubila sube al palco el delegado al año siguiente.

Además de aficionados y empresario, la recuperación de la feria de Begoña y su consolidación tiene otro artífice. Uno que desde el palco presidencial, donde estuvo 16 años, ha sido ecuánime en sus decisiones para que el público saliera contento. Ismael Camilo Fernández, tras 35 años en la plaza -primero como delegado de actas, luego delegado gubernativo- presidió el día de Begoña su última corrida antes de la jubilación como Inspector jefe de Policía.

-¿Su adiós es definitivo?

-No quita para dejar una puerta abierta e igual presidir alguna corrida puntual el año que viene pero pienso que lo normal es que el año que viene presida Ángel Junquera, el primer delegado, que lleva ya muchos años en El Bibio, conoce los entresijos de la plaza y de los corrales.

-Haga balance de esta feria.

-Aunque se ha abierto la Puerta Grande en todos los festejos menos en uno, ha fallado el ganado. No ha habido ningún toro que haya destacado, si acaso la corrida de La Quinta tuvo mejor comportamiento. Me quedo con la faena de Enrique Ponce y del novillero Luis David Adame.

-¿Qué tal el público?

-Aquí la gente viene a ver a las figuras y la prueba está en que el día de la corrida de La Quinta, bien presentada, estaban sólo los abonados. Por contra, el día de Padilla, "El Fandi", Cayetano o "El Juli" viene la gente. Somos una plaza torerista. Pero quiero destacar lo exquisito del público, su silencio.

-La división de opiniones de esta feria ha sido el rabo que cortó Diego Ventura. Argumente su decisión.

-No tenía pensado darlo pero la gente me apretó. Quizás ahí hubo un exceso. Había hecho una gran faena, expuso mucho con los caballos y el rejón cayó arriba del todo. Fue el primer rabo que he dado en El Bibio.

-Hagamos balance de sus 16 años en el palco. ¿Qué día le hubiese gusta pedir las orejas?

-El mano a mano entre Antonio Ferrera y Javier Castaño con toros de La Quinta (2013) es lo más emocionante que me ha tocado vivir allí arriba. También recuerdo la tarde de los toros de Adolfo Martín (2015) lo disfruté mucho, estuve tranquilo. Aunque con las orejas nunca das el gusto a todos.

-Tiene fama de generoso.

-Eso seguro. He tirado más para la generosidad que para la racanería. ¿Por qué? Porque a mi me gusta la Fiesta, me gustan los toros. Que a lo mejor sea fácil, bueno, yo admito la críticas porque me hacen aprender para el día siguiente. Pero prefiero pecar de generosidad.

-¿Y el peor momento?

-La novillada de hace dos años, cuando nos quedamos sin novillos. Lo pasé muy mal. Menos mal que el público de Gijón fue exquisito. Lo pasé muy muy mal. Muy malo. Y el día de los tres avisos a Salvador Vega que le devolvieron el toro al corral. Aguanté y aguanté pero nada. Me sentó muy mal, pobre hombre.

-¿Alguna vez ha recibido presiones al subirse al palco?

-No.

-¿Y le ha tocado sancionar a algún profesional?

-Sí, a picadores y banderilleros. Más con los banderilleros que se retrasan cuando ven a las mulillas para echarme a la gente encima. A toreros no. Tuve en una ocasión, siendo delegado gubernativo, a un novillero, Conrado, que insultó al presidente y se lo llevó para comisaría.

-¿Cómo solucionar la lentitud de las mulillas?

-Tomamos la determinación de que, nada más matar al toro, uno del equipo se vaya al desolladero porque si no es imposible con ellos. Me imagino que por las mañanas las cuadrillas les dirán a los mulilleros que esperen con calma, la trama de siempre.

-¿Su espina clavada?

-Indultar un toro. Ha habido toros muy buenos pero no ha podido ser. Me llevo clavada esa espina (señalando el corazón).

-¿Seguirá por la plaza?

-Hombre... Ahora jubilado tendré hasta más tiempo. Estaré a todas horas (risas). Pero lo echaré mucho de menos. Sobretodo los corrales, estar con mayorales, con la gente que pregunta de qué reata viene. Todo eso me encanta y lo echaré de menos.