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La decadencia oculta de las Cuencas

Ricardo Villoria realiza con "Llabor" un homenaje a su infancia entre mineros que ahora puede verse en el Valey

Obras de "Llabor": a la izquierda y en el centro, dos de los retratos de la serie fotográfica de las Cuencas; a la derecha, un fotograma de la pieza de videoarte "Samartín". Ricardo Villoria / Mara Villamuza

Ricardo Villoria (Villoria, Pola de Laviana, 1986) dice que en sus fotos retrata "la decadencia de las Cuencas". Pero no es, precisa, la de las minas cerradas, las barriadas vacías o las ciudades en proceso de abandono y derribo, sino la de las zonas rurares, en las que se estableció, durante generaciones, una dialéctica entre la minería y el trabajo en el campo. "Mi padre es minero, todos mis vecinos son mineros, y además tenemos ganado en casa. Cuando volvían de la mina, se ponían a hacer las labores del campo. Siempre me llamó la atención el sobreesfuerzo de esta gente, que trabajaba sin parar. Y por eso la exposición funciona un poco como un homenajea ellos". Habla de "Llabor", la muestra que abrió al público el pasado viernes en el Valey de Castrillón y que incluye, además de fotografía, vídeo e instalación. Es, dice el autor, un resumen de su trayectoria con trabajos de las cuencas: "me gusta trabajar con una mezcla de realidad y ficción, lo que hago es inspirarme en la realidad para crear los personajes de mi obra", resume Villoria.

"Llabor", que viene directamente de la Sala Borrón, habla pues de esa decadencia oculta de las Cuencas Mineras, la que arrasa las zonas rurales, que ha quedado oscurecida por esa otra, relacionada pero con matices diferentes, que afecta a las zonas urbanas.

La decadencia, en todo caso, es el "leit motiv" que atraviesa cualquier relato posible que se haga de las Cuencas Mineras. Un sustrato del que se alimentan varios creadores plásticos surgidos de estos territorios en los últimos años. "Es a lo que nos podemos agrarrar los que no nos fuimos, que somos cuatro. Está todo teñido de nostalgia, claro, pero a mí, por lo menos, me enriquece, me nutre artísticamente", abunda el autor. Para él, el territorio que pisó de niño y como él, muchos de sus allegados, vecinos y amigos, le parace "superinspirador". De ello da cuenta en las imágenes de un abuelo hablando de la mina en una de las instalaciones o un niño apuntando con la escopeta. La imagen cenital de la pieza de videoarte "Samartín" explica para Villoria la relación con los animales y el mundo del campo. Todo ello vehiculado a través de un rito en el que suele tomar parte, y que en esa ocasión presenció desde fuera, aplicando una perspectiva analítica que le permitió capturar imágenes de gran expresividad.

El componente humano es clave en su obra, ya que son sus modelos, convertidos en personajes que habitan las fronteras de la ficción, las herramientas principales sobre las que Villoria articula esos relatos que construyen sus poderosas imágenes. "Busco la complicidad con los modelos", detalla sobre el desarrollo de su trabajo, por eso no es de extrañar que estén presentes como protagonistas de la exposición familiares y amigos, incluyendo a su abuela y su sobrino.

"Llabor", comisariada por Chus Neira, estará presente en el Valey hasta el próximo 31 de julio. Y Ricardo Villoria celebra el viaje de la exposición hasta el municipio castrillonense, tan similar y al tiempo tan distinto de ese paraíso vintage pintado en verde helecho y negro carbón en el que se crió. "Me gusta que vaya a Piedras Blancas, toda esa zona es otro mundo", subraya.

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