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In vino veritas

In vino veritas

El "In vino" es un restaurante muy extraño en la salida hacia Madrid. Siempre hasta la bandera, se podría pensar como lugar para masoquistas, pero no es el caso: está repleto de familias de bien, de acreditados hombres de negocios, profesionales liberales y políticos muy conocidos. Su cocina es más que correcta pero nunca nadie habla de ella. ¿Lo hacen acaso de sus vinos, dado su nombre? En absoluto. ¿Por qué lo llenan, pues? No es fácil de explicar.

Todos los comensales participan de una suerte de endogamia y de secreto, un simple "fair play" muy a la británica: nadie debe darse por aludido por mucho que le tiente hacerlo. Así que, por poner un ejemplo, cuando don Armando Montepío deja de comer y empieza a referirse en voz alta al director del Banco de Comercio, muy cerca de su mesa, como un ladrón de guante blanco que dejó a sus padres a la intemperie sin inmutarse, luego de una serie de operaciones más que dudosas, todo el mundo sigue mirando a su propio plato como si no oyera nada, aunque tenga, claro, todas las antenas desplegadas. Olegario Mercadona toma la palabra poco después y la emprende con su colega de redacción, Adela Crespón:

-Esta vieja zorra de la mesa de esquina se cree que no me he enterado de que cercenó mi ascenso cuando le fue contando al jefe cosas de mi vida personal que a nadie incumben. Y bien que lo logró. Por eso yo les digo a todos que se ve cada jueves con el dueño de la start up Nostu Algeos a espaldas de marido e hijos. Y compra a escondidas discos de Aznavour.

La señora Crespón, sin embargo, sigue a lo suyo, charlando tranquilamente con dos autoridades a las que parece entrevistar mientras da cuenta del solomillo. No tarda en alzar la voz otra dama muy elegante para increpar al vecino de una cuñada al que ésta descubre un día sí y otro también espiando a la jovencita del segundo mientras se ducha, "¡Valiente viejo verde!", remata antes de callarse. "Lo de Pujol con el 3% no es nada al lado de lo que lleva embolsado Atilano Soleado con sus chanchullos. No se esconda, no...", vocifera el señor Suero de Arias dirigiéndose a otro señor malencarado que almuerza con los hermanos Corleón en la mesa donde acaba la sala.

Y así uno tras otro van corriendo el tiempo y la denuncia en este establecimiento al que no suelen entrar desconocidos, pues cuando la hacen o bien parten enseguida sin llegar a comer o bien no repiten al estar fuera de onda. Por el contrario, los habituales parecen hallarse muy a gusto gracias a las discretas dosis de trapanal que lleva cada plato, por lo que al día siguiente no recuerdan nada de lo sucedido y siguen con su vida normal, mientras en la ciudad los delitos por venganzas y ajuste de cuentas están ya bajo mínimos. No así, claro, el resto de las conductas delictivas, pero eso justifica sobradamente la importante subvención municipal al "In vino", más que plausible.

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