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Una comedia que no es un mojón

Julián López, segundo por la derecha, en una escena de la película.

A veces se hacen las cosas bien. No suele ser habitual, pero en ocasiones excepcionales, ocurre. Y entonces todo encaja, el guión, los actores, los chistes. Y aparece el milagro: la risa.

En “Operación Camarón” se han hecho las cosas bastante bien. Es un producto prefabricado, lo sabemos, estamos hartos de la moda cansina de adaptar comedias francesas o italianas (esta también lo es). ¿Por qué no se apuesta por las ideas originales? Pero lo cierto es que, entre un montón de chapuzas y sucedáneos, hay que reconocer que el director Carlos Therón, después de “Lo dejo cuando quiera” (otro acierto) parece haber encontrado la fórmula perfecta para hacer comedia mainstream con un toque canalla y utilizar el humor como mecanismo para reírnos de nuestros prejuicios, miserias y fracasos.

Su secreto quizás estribe en una voluntad de alejarse de los moldes más acomodaticios para intentar introducir pequeños toques de transgresión muy estimulantes, consiguiendo inesperadas dosis de frescura y vitalidad. ¿Un ejemplo? El choque entre el melindroso personaje que interpreta Julián López y la energía barriobajera que desprende banda de Los Lolos, la mejor invención de la película junto a esa inspectora embarazada con mala leche que encarna Miren Ibarguren.

“Operación Camarón” no solo se acerca a la cultura y la música urbana para nutrirse de toda todo ese universo cani, sino que también se convierte en una estimulante batería de referencias pop que nos llevan desde Chiquito de la Calzada hasta Sálvame Limón. Todo en ella es pegadizo y contagioso, como el reguetón, que aunque no nos guste, lo bailamos.

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