La Nueva España

El destino (ahora a mano) que sorprenderá a los asturianos: música, comida y fiesta para derribar el muro de Belfast

Pablo Tuñón

"¡Fresco, fresco!". Como los mejillones y berberechos que supuestamente vendía la dulce Molly Malone según el himno popular irlandés, la "isla esmeralda" ha aparecido entre los destinos directos para los asturianos. Con vuelos de ida y vuelta a Dublín los miércoles y domingos, se abre una sabrosa oportunidad, a apenas dos horas de viaje, para descubrir un territorio tan cercano como lejano.

Resulta difícil no sentirse bien acogido en un lugar donde hay más por descubrir de lo que uno se puede imaginar. De miércoles a domingo es factible visitar las dos grandes ciudades: Dublín y Belfast. Poco más de dos horas dura el cómodo y bello trayecto en tren desde la capital de la República de Irlanda a la de Irlanda del Norte, y no hay ninguna restricción en la frontera pese a que se pase a territorio del Reino Unido.

Tras contar los secretos de Dublín, en este segundo y último capítulo se abordará la sorprendente Belfast, tanto en su dimensión histórica, social e industrial como en su papel cultural y de ocio.

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En imágenes: Un paseo por Belfast

En la sorprendente capital de Irlanda del Norte, ejemplo de aprovechamiento de patrimonio industrial con asombrosos vestigios de su esplendor económico, se puede reflexionar en vivo ante las aún sangrantes heridas del conflicto que la asoló

Hay quien dice que Belfast "vive de los desastres". Razón no le falta, toda vez que una de sus grandes atracciones turísticas, el museo del Titanic, existe por el famoso hundimiento del trasatlántico construido en los famosos astilleros de la capital de Irlanda del Norte. Y el muro que divide los barrios del West Belfast, poso indisoluble de la triste y violenta realidad que sufrió la ciudad en los años más duros del conflicto entre republicanos católicos, partidarios de la reunificación de Irlanda, y unionistas protestantes, defensores de mantener la pertenencia a Reino Unido, supone otra visita ineludible para muchos turistas, especialmente los españoles, a los que no les suena para nada a chino el asunto.

Cómo explorar la ruta costera de La Calzada

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Pero Belfast es más que eso. Es un magnífico ayuntamiento para descubrir por dentro y por fuera, un ejemplo de reconversión de suelo industrial, y unos alrededores impactantes –que incluyen la Calzada del Gigante– donde encontró su escenario ideal la archiconocida serie Juego de Tronos. Y es música tradicional y comida, comercios y pubs históricos, y una alegre vida social que abre la puerta de la esperanza para derribar los últimos muros que persisten firmes en su sociedad. Belfast es esa ciudad que muchos no piensan visitar y, sin embargo, no puede dejar indiferente a nadie que la visita.

El Ayuntamiento de Belfast, un majestuoso edificio neoclásico

El Ayuntamiento de Belfast, un majestuoso edificio neoclásico

La herencia del lino y una joya para la política

El barrio de Linen Quarter atesora buena parte de la boyante historia de Belfast. Incluso antes de la llegada de los astilleros, el comercio de lino se hizo fuerte en la ciudad de la mano de Hugonotes huidos de Francia. Con otros usos actuales, pero la zona cuenta con grandes edificios que antiguamente formaron parte de la industria textil. Siempre es agradable un paseo por sus calles, muchas de las cuales van a dar al ayuntamiento, la construcción más majestuosa de Belfast, fácilmente identificable por sus coloridas cúpulas. Se inauguró en 1906 en la zona donde se ubicaba anteriormente la lonja del lino. Su construcción se planificó desde que en 1888 la reina Victoria, que tiene una estatua en el exterior del edificio, concedió la categoría de ciudad a Belfast, que entonces, con el comercio de lino aún funcionando y la industria naval en auge, llegó a superar a Dublín en habitantes.

Hay tours gratuitos por dentro del consistorio, lo cual hace la visita aún más obligatoria. Dentro se pueden ver los cuadros de todos los alcaldes, apreciándose la alternancia en el poder entre partidarios del Reino Unido e independentistas del Sinn Féin; exposiciones sobre la historia de la ciudad, un maravilloso salón de plenos para sesenta concejales donde ambas partes tratan de limar asperezas, y unas magníficas vidrieras, una de ellas referida a 320 voluntarios irlandeses que acudieron a la guerra civil española. Se conservan las sillas donde se sentaron el rey Jorge V y su esposa María en el histórico acto que inauguró el Parlamento de Irlanda del Norte en 1921.

Los alrededores del ayuntamiento son dignos de admirar, especialmente el edificio de la Scottish Provident Institution. Junto al mismo se levanta la entidad bancaria donde el IRA perpetró un famoso asalto en el 2004, llevándose 26,5 millones de libras. Frente al Ayuntamiento se encuentra también una moderna oficina de Turismo de Irlanda del Norte, muy útil si se necesita información y donde se presta ayuda en español.

Visitantes en el Titanic Museum

Visitantes en el Titanic Museum

La herencia del astillero y el Titanic

Hace décadas que ya no se fabrican barcos en Belfast y, sin embargo, el Titanic Quarter, la zona donde un día floreció una de las industrias navales más importantes del mundo, sigue boyante de actividad. Todo gracias a un costoso e inteligente proceso de transformación del que quizás deban tomar nota unos cuantos en Asturias. Así se entiende que siga en pie la mítica grúa amarilla del astillero Harland and Wolff, empresa que ahora limita su actividad a reparación de buques y construcción de turbinas para eólicos marinos. Sin embargo, allí, a principios de siglo, se construyó el Titanic, justo donde ahora está pintada en el suelo su inmensa silueta. Más de 800.000 visitantes al año recibe el museo del Titanic, gran atracción turística de la región.

En su interior, con una política que prohíbe mostrar elementos originales del mítico crucero hundido tras chocar con un iceberg en 1912, el visitante descubre hasta el último detalle del majestuoso navío. Se aprecian recreaciones de sus habitaciones de diferentes clases, varias instalaciones llevan a vivir la sensación de estar en el interior del barco y se describe, con los últimos mensajes transmitidos, el momento del hundimiento. No falta un magnífico documental sobre el descubrimiento de los restos del navío y, evidentemente, la historia de su construcción.

Junto al museo está el edificio que albergaba las oficinas y grandes salas de diseño del famoso astillero, un inmueble rescatado del deterioro tras una fuerte inversión público-privada y convertido en un lujoso hotel cuyo interior merece un vistazo, al respetar en cierto modo las estancias de lo que fue sede del gran motor industrial de Belfast. Las dos enormes salas de diseño son ahora un salón para convenciones y un agradable bar para tomar cócteles. Un dato a tener en cuenta es que los astilleros de Belfast lograron sobrevivir a los fuertes bombardeos de las guerras mundiales, manteniendo su actividad después de ambas contiendas. La capital de Irlanda del Norte era objetivo primordial para las bombas del enemigo por ser centro de construcción naval. 

El muro y las puertas que separan el lado unionista y el republicano en West Belfast

El muro y las puertas que separan el lado unionista y el republicano en West Belfast

La más triste herencia: el muro

Corría el año 1969 cuando las autoridades de Irlanda del Norte decidieron levantar una "línea de paz" entre la zona de Shankill Road, unionista y protestante, y la de Falls Road, católica y nacionalista irlandesa. Dijeron que iba a ser "provisional", pero la triste realidad ha hecho que su funcionalidad, ya en forma de muro de hasta ocho metros de altura en algunos tramos que sustituyó a la alambrada de espino inicial, se mantenga hasta la actualidad. 

Visitar estos barrios del West Belfast, con abundancia de viviendas sociales, supone un impactante baño de realidad. "Belfast no tendrá un Muro de Berlín", decían las autoridades en 1969. Pero lo cierto es que el Muro de Berlín cayó hace 33 años y el de West Belfast sigue funcionando: los portones que controlan el paso de coches de una a otra zona aún se siguen cerrando a las siete de la tarde. 

De un lado, murales y pinturas unionistas: en honor a la reina Isabel II y llorando su muerte, o ensalzando a la Ulster Volunteer Force, grupo paramilitar unionista muy activo durante la época más violenta, la de los Troubles, ya ilegalizado. Del otro, murales y pinturas de los nacionalistas irlandeses: Che Guevara, Martin Luther King, Nelson Mandela, banderas republicanas españolas y también alguna ikurriña vasca. En una cara del muro, la enseña de Israel; de palestina en la otra. "Total, como si no tuviéramos suficiente con nuestra propia división...", reflexiona Lynn Corken, guía oficial que habla español. 

En el lado católico, en un lateral de la sede del Sinn Féin, se encuentra uno de los murales más famosos, en recuerdo a Bobby Sands, primer preso del IRA que falleció en huelga de hambre. "Nuestra venganza será la sonrisa de nuestros hijos", reza su amenazante lema. A un lado y otro del muro hay edificios que fueron testigos de historias sangrientas. El West Belfast siempre ha sido una zona especialmente problemática, y las familias de uno y otro bando siguen sin mezclarse. "Se financian dos sistemas educativos, uno para católicos y otro para protestantes. Incluso se duplican las escuelas de maestros", critica Corken. Los niños crecen en esta zona sin juntarse, segregados católicos irlandeses y protestantes unionistas, y con un gigantesco muro en medio.

Tour de pubs musicales irlandeses

Tour de pubs musicales irlandeses

La herencia musical y Cathedral Quarter

Pero lo que ocurre en el West Belfast no es la tónica general en una Irlanda del Norte deseosa de huir de los fantasmas de su pasado. Y eso se respira en Cathedral Quarter, llamado así pues en el mismo se ubica la catedral anglicana de Santa Ana, que se puede visitar por dos libras. El barrio ha ido ganando en ambiente festivo y musical. Una de las mejores formas de vivirlo, aprendiendo sobre la música tradicional irlandesa, es de la mano de los deliciosos tours guiados por instrumentistas profesionales. Uno de ellos lo realizan Cormac "Buzz" O Briain, a la gaita, y Gerry Jones, a la guitarra.

Ambos descubren al visitante rincones únicos en pubs y bares donde escuchar en vivo la melodía celta, que tan cercana llega a los asturianos. Además, cuentan los secretos de la música irlandesa y sus instrumentos. "Nuestra gaita es la más sofisticada", presume O Briain. También explican historia del folclore musical; no obstante, tal y como cuentan orgullosos, "los bardos eran la segunda persona más importante por detrás del rey en los clanes celtas". Al tour se unen ocasionalmente bailarines como Anette Collins, que ofrecen la oportunidad de aprender pasos y danzas en grupo. La música y la fiesta se unen en Cathedral Quarter sin mirar la procedencia, ideología o creencias de quienes se apuntan a disfrutar, saltándose los muros, algo que por fortuna ocurre en la mayoría de Irlanda del Norte.

Belfast, ciudad que presume de oferta musical y reconocida por la Unesco en esta materia, tiene también algún rincón digno de descubrir más allá de la música tradicional. Así ocurre con el Scott’s Jazz Club, un tesoro escondido escaleras arriba en un edificio que pasa desapercibido lejos del bullicio nocturno del centro, en el East Belfast. Ofrece actuaciones en directo las noches de los viernes, con un ambiente acogedor que le ha consolidado como templo de la música improvisada en la isla de Irlanda.

Meave Davison ofrece en St. George’s Market pasteles llamados fifteens a los participantes en el tour gastronómico ante un puesto de café y té

Meave Davison ofrece en St. George’s Market pasteles llamados fifteens a los participantes en el tour gastronómico ante un puesto de café y té

Paladear la herencia

Belfast tiene tour musical, pero también tour gastronómico, aunque la comida irlandesa sea infinitamente menos popular en el extranjero que su música. Y la visita para comer y beber, dirigida por apasionadas guías como Meave Davison, lleva al turista desde el histórico St. George’s Market a un recorrido por pubs y tiendas históricas de Belfast.

Hay tiempo para probar el té o el café de una empresa local con solera, desayunar un Belfast bap – con salchicha y patata dentro del delicioso pan local– como un obrero de la ciudad, degustar sidra realizada con la variedad de manzana original de Irlanda del Norte acompañada de un puré de su equivalente en patata en el histórico pub The Garrick, sentir el dulce amargor de un chocolate caliente de gran pureza, pararse en una histórica tienda para comprobar la ternura del salmón irlandés o la cremosidad de la mantequilla, e incluso una rápida lección de quesos irlandeses en un comercio especializado.

No falta la mejor cerveza artesanal de la ciudad en el Deer’s Head, parada obligada para los amantes del jugo de cebada, o descubrir la fascinante producción de las destilerías norirlandesas, más allá de famosos güisquis como el Bushmills o ginebras, y que alcanza a un peculiar ron producido en Donaghdee que, mezclado con un refresco de Donegal, hace que en el agradable bar The Reporter puedan servir un cuba libre en versión celta. La comida y la bebida también unen al pueblo.

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