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La vacuna y godot

La gran herramienta frente al coronavirus tiene connotaciones mágicas y es esperada casi como el protagonista de la célebre obra de teatro

La vacuna y godot

La espera de la deseada vacuna contra el virus SARS-CoV-2 guarda cierta similitud con la famosa obra de teatro “Esperando a Godot”, del autor irlandés Samuel Beckett (1906-1989). Escrita originalmente en francés y estrenada en París en 1953, la obra pertenece al denominado “teatro del absurdo” y su representación posee aun un poderoso atractivo en todo el mundo. A pesar de que no existe una aceptación absoluta de la vacuna, esta palabra tiene connotaciones mágicas entre la población y es de desear que no ocurra igual que en la obra de teatro y esta vacuna tan esperada haga su entrada triunfal en la última escena.

Actualmente existen 41 vacunas registradas, que están en diferentes fases de ensayo clínico y 156 en fase preclínica, en todo el mundo. Diez de ellas ya en un periodo muy avanzado (fase III) y preparándose para ser comercializadas, aunque ninguna ha obtenido aún la aprobación de los organismos internacionales correspondientes. Al margen de los grandes intereses comerciales existentes, nunca una vacuna fue tan esperada como en este caso y, es de suponer, existirá una petición generalizada para su administración. El mero anuncio de la eficacia de una de ellas produce una subida inmediata en la bolsa mundial. Toda implicación en disponer de una o varias vacunas para reducir la presencia de este coronavirus es poca, frente a la enorme expectativa que despierta su llegada. Se trata de un auténtico “Godot”, con la salvedad manifiesta que finalmente el protagonista sí estará entre nosotros.

Existen 41 vacunas registradas, que están en diferentes fases de ensayo clínico y 156 en fase preclínica, en todo el mundo

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La llegada de la vacuna no debe convertirnos en sujetos pasivos, dispuestos a abandonar los hábitos higiénico-sanitarios que hemos incorporado en estos meses. Ni mucho menos. Todo lo aprendido tiene su razón de ser. Entre las cosas que deberán permanecer se sitúa el uso de la mascarilla para deambular por lugares públicos, tal como nos enseñaron aquellos países donde la pandemia se contuvo con más energía, entre otras razones por tener ya interiorizado el uso de estos artilugios. La utilidad de cubrir la nariz y la boca mediante un equipo protector es motivo de diferentes publicaciones científicas, que nos recuerdan a diario sus enormes ventajas. Su uso mantenido ha demostrado eficacia, no tan solo en prevenir la entrada de gérmenes, sino en reducir la salida de los mismos y disminuir así la capacidad de contagio de otras personas de nuestro alrededor. Recientes artículos han demostrado también una relación significativa con la carga viral existente en el paciente.

El uso ajustado de la mascarilla reduce la gravedad de la enfermedad, al disminuir el número de virus existente en el tracto respiratorio y actuar de manera directa en la capacidad de extensión del propio virus. El contagio a partir de los aerosoles está cada vez más demostrado y la mascarilla facial bien ajustada es una barrera anatómica más que se interpone entre el virus y el epitelio respiratorio. La mascarilla facial será el equivalente a la corbata o al pañuelo, entre los atuendos obligatorios para acudir a cualquier acto social durante mucho tiempo.

En plena época del reciclaje y de manera similar a como ocurre con la separación de productos desechables, un aspecto novedoso que las autoridades sanitarias deberían abordar es el lugar donde deben abandonarse las mascarillas. El material puede considerarse como sanitario y su composición química (polipropileno) requiere un tratamiento especial. No digamos además si han sido contaminadas por la presencia de gérmenes. Estos aspectos están resueltos en el ambiente sanitario de los hospitales pero no así en el ámbito de la población general. Tal como mencionábamos anteriormente, el uso de mascarillas va a ser muy duradero y es el momento de reflexionar sobre todas las particularidades de su uso mantenido: tipos, duración, recambios, costes... Se impone una buena educación pública sobre todo lo relacionado con las mascarillas, ya que no van a desaparecer de nuestro medio en mucho tiempo.

En este periodo, una mirada puesta en las maravillosas máscaras de Carnaval puede relajar nuestra visión un tanto oscura de estos equipos. Teatro y música son protagonistas de una danza permanente de “personas” que no solo retratan la Venecia de los mejores tiempos. Viene a mi memoria la escena del baile de la famosa ópera de Giuseppe Verdi (1813-1901), “Un ballo in maschera”, tan dignamente representada en Oviedo el pasado año y que obliga a usar la máscara a los protagonistas, para ocultar los rostros de quienes preparan el atentado real. Y con esa máscara alegre y divertida, el recuerdo de un tiempo reciente que volverá muy pronto para disfrute de una sociedad, que habrá sabido resistir con dignidad a una de las peores épocas de nuestra vida.

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