La victoria más importante de Pablo González Calvo (Sevares, Piloña, 29 años) en toda su vida no fue ganar hace un par de años el Descenso del Sella_Adaptado; ni siquiera los campeonatos de España de clubes de halterofilia adaptada, por equipos y de forma individual, en los que ha logrado la medalla de oro; ni alguno de los partidos que pudo ganar cuando estaba en el Garmat de_Avilés, equipo de baloncesto en silla de ruedas del que formó parte; ni siquiera las competiciones en las que participó cuando nadaba en el Mareastur. El gran triunfo de Pablo, que trabaja de celador en el Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA), lo logró el día en que su cabeza hizo “clic” y se dio cuenta de que la enfermedad con la que había nacido, espina bífida, ni era culpa suya ni tenía por qué impedirle ser feliz. “En la infancia lo pasé muy mal, pero fui cambiando mi mente y me fui diciendo: ‘Yo soy así, no tengo culpa de nada, por qué me voy a sentir mal por cómo soy;_quién me quiera así, bien, y quien no me quiera como soy, pues también’”.
Para ver este vídeo suscríbete a La Nueva España o inicia sesión si ya eres suscriptor.
¿Ya eres premium? Inicia tu sesión aquí
Salud