Aunque hace años que no puede ver nada más que algún destello de luz, Andrés Mayor tiene en su cabeza un mapa bastante detallado de Gijón y varios trucos que le ha dado la experiencia de convivir con una retinosis pigmentaria. Sabe, por ejemplo, que se encuentra en las inmediaciones del parque del Doctor Eguiburu Banciella, de El Natahoyo, por su olor a jazmín, y adivina –qué remedio– cuándo puede cruzar por un paso de peatones sin semáforos adaptados, que no pitan, por el sonido del tráfico.

El histórico presidente de Es Retina, avilesino de 57 años, explica que fue un niño «miedoso» y, por entonces, aún ajeno a un diagnóstico que le llegó a los 14 años y tras varios intentos fallidos de ser deportista. «Me decían que era un gallina, pero en realidad lo que pasaba era que ya no veía bien en zonas mal iluminadas. Me recuerdo sangrando en el patio por algún balonazo; no era capaz de encestar nunca», asegura. Comprobadas las carencias como jugador de fútbol y baloncesto, sin embargo, lo aceptaron, para su sorpresa, en un equipo de rugby: «¿Te lo puedes creer? Jugué dos partidos y me partí las dos clavículas, una en cada uno».