El féretro del último rey de Brasil, de una dinastía propia que muere con él, llegaba al estadio del Santos porteado por ocho personas. Al frente su hijo Edson, Edinho, que ha dirigido en todo momento la organización del velatorio. Antes de que se abriera la capilla ardiente, ya esperaban fuera del recinto miles de personas. Que han hecho cola pacientemente, en el silencio más absoluto, como son honrados en muerte los reyes, los héroes y las leyendas.