En un túnel de la carretera de Batiao, José Luis Fernández y José Manuel Cadavieco, presidente y vicepresidente vecinal de Serín, miran hacia abajo con preocupación. Por allí discurre el arroyo del Castro, que desemboca en el río Aboño y va a parar al embalse de San Andrés de los Tacones. Y días de lluvia, como ayer, reabren el melón de su mantenimiento. Asegura Cadavieco que la "acumulación de sedimentos" provoca que el nivel del agua se eleve y, en ocasiones, que atraviese la carretera. "¿Cuántos coches se habrán quedado averiados? A veces, se forma una balsa que da miedo", declara Cadavieco.