Las hojas amarillean y se marchitan y al tronco herido le salen llagas de color rojizo. Asturias, la provincia española con más superficie de castañar, está poblada de árboles enfermos. Tiene la climatología más benigna de Europa para el crecimiento del castaño, «dicho por los expertos franceses», y un problema con el chancro. El hongo que amenaza el rendimiento de la especie se propaga por aquí aproximadamente desde los años cuarenta del siglo pasado, dispersándose de modo más o menos constante y pidiendo a gritos un medicamento cuya fórmula conocen en Asturias, acaso sin saberlo, todos los que alguna vez han querido sacar fruto de un castaño. Si lo explica Juan Majada, director científico del Centro Tecnológico Forestal y de la Madera de Asturias (Cetemas) y responsable de un proyecto de investigación contra la propagación del chancro, el diagnóstico consiste en que «el abandono del monte está directamente relacionado con el daño». El tratamiento receta entonces cuidado y gestión, atender el castañar «como se hacía antiguamente y favorecer así que los ejemplares que son sanitariamente mejores crezcan en mejores condiciones». Que medren saneados, con menos árboles por hectárea que compitan por los nutrientes del suelo, más sanos. «Es lo que estamos haciendo en varias zonas de Asturias», explica el biólogo, en concreto en casi un centenar de parcelas experimentales, unas con árboles sin cuidado y otras atendidas para poder comparar resultados.

He ahí la base del programa de atención al castaño enfermo, el antídoto relativamente nuevo contra un problema viejo cuyo efecto fundamental consiste en la depreciación de la madera y el oscurecimiento de algunas de sus posibilidades comerciales. Juan Majada puede citar «poquísimos» casos en los que el chancro sea capaz de acabar con una cepa completa de castaño, pero «una cosa es el árbol y otra la madera», precisa. El hongo ataca a la «parte aérea» del árbol, ramas y tronco, y si está muy afectado «deprecia su valor para ser usado como madera de sierra. Ése es el inconveniente económico. Desde el punto de vista de la sostenibilidad, no hay ninguno».

La plaga se propaga en todas direcciones, «lleva cincuenta o sesenta años dispersándose en Europa de manera continua», apunta el biólogo, pero en Asturias, muy genéricamente, están peor los castañares del parque natural de Redes y del oriente de la región, apunta el experto. Allí donde el tipo de suelo y las condiciones atmosféricas hacen que la especie crezca fuerte, el árbol desarrolla mejores defensas contra su gripe fúngica y sufre menos. El chancro hace más daño en Redes, donde el suelo calizo no agrada demasiado al castaño, que en áreas en las que las condiciones nutritivas del terreno hagan progresar ejemplares más robustos y preparados. Contra el hongo, mejor los que crecen en valles más frescos y con más agua en verano que los que pueblan laderas expuestas a la solana, menos húmedas.

Con sus peculiaridades locales, no obstante, la epidemia ha desarrollado un radio de acción que alcanza a prácticamente toda la superficie forestal de la región, con 80.000 hectáreas de castañar. El tratamiento que se ha puesto en práctica en el Principado apunta al largo plazo, está en proceso en la región desde 2009, con el castaño asturiano en un grupo de trabajo promovido en Francia, y adapta e imita una solución arbitrada en el castañar francés en los ochenta para perseguir, a grandes trazos, un impulso para «recuperar la gestión» del bosque. El punto de partida es la certeza de que la gestión forestal «ayuda a que los castaños estén mejor y se defiendan» del chancro. La estrategia quiere «menos pies de castaño por hectárea para favorecer el crecimiento» y ha calculado que de este modo «el valor añadido del producto se multiplica casi por cuatro», que «mejora la calidad de la madera y consigue además que la progresión de la enfermedad vaya a menos». Había una alternativa, más meticulosa, «vacunar árbol a árbol y esperar a que la enfermedad vaya poco a poco parando», pero esa «lucha biológica», «que funciona a nivel local», «sería económicamente inviable para el monte bajo de castaño». Sólo en determinadas circunstancias, allí donde «el castaño está al límite de donde debería estar», se recomienda, al decir de Juan Majada, un programa alternativo de «recuperación por enriquecimiento de especies», consistente en plantar otras frondosas, como el fresno, el abedul o el roble.

En el territorio del parque natural de Redes el plan de recuperación del castañar acometido este año por la Consejería de Agroganadería se aparece como un ejemplo válido que persigue expresamente el «rejuvenecimiento» de la masa forestal mediante un procedimiento cuya base es la descrita por Majada. Empieza con cortas para regenerar después y actuar a continuación sobre el rebrote. En la situación actual del bosque la densidad de árboles que compiten entre sí por la luz y los nutrientes ha hecho que se resienta el vigor del castañar, haciéndolo más vulnerable al ataque del chancro. Por eso se cortan para, pasado un tiempo, regular la densidad seleccionando los mejores brotes de cada cepa, para que crezcan más fuertes y vigorosos como consecuencia de la eliminación de la competencia próxima. Las cuentas de Juan Majada dicen que con 3.000 o 4.000 árboles por hectárea disminuyen las posibilidades de hacerlos productivos.

La fórmula para atajar la epidemia cobra importancia si, además de los efectos del chancro, se miran los resultados de la primera transformación de madera en Asturias. La última cifra mensual publicada, la de febrero de 2013, enseña la producción más exigua desde que hay constancia estadística. La culpa no la tendrá solamente el Cryphonectria parasitica, el hongo que causa la enfermedad, que llegó de Asia hace más de setenta años, pero seguramente influye su capacidad para taponar la circulación de la savia en los árboles débiles. Y el castaño importa, al decir de Juan Majada, porque es «la mejor madera que tenemos».