La guerra contra el cáncer avanza sin tregua en el laboratorio del campus del Cristo donde trabaja el grupo de Víctor Quesada, discípulo del eminente investigador Carlos López Otín. El joven científico, que acaba de recibir una beca estatal «Ramón y Cajal» para un contrato de cinco años con la Universidad, está inmerso en la caracterización de los genes que propician el avance de la leucemia linfática crónica, como parte de un gran consorcio internacional. Además, durante los últimos años ha trabajado en la secuenciación del ADN de diferentes especies animales para alcanzar múltiples objetivos, como averiguar el desarrollo de algunas enfermedades humanas. «Estoy convencido de que el tratamiento de los tumores sufrirá un cambio radical a medio plazo. Será mucho más especializado gracias a que sus límites ya no se circunscribirán al órgano dañado o al tipo histológico del paciente, sino a su causa molecular», subraya el bioquímico.

Quesada no ha colgado la bata blanca desde que dedicó su tesis doctoral a la identificación de nuevas proteasas (muchas de ellas vinculadas al desarrollo del cáncer), poco tiempo después de que finalizara la secuenciación completa del genoma humano. Tras convertirse en doctor realizó una estancia de dos años y medio en Boston, bajo las órdenes del científico holandés Hidde Ploegh y para desentrañar los secretos de las USP, un tipo de estas enzimas específicas de ubiquitina, que son clave para conocer el comportamiento del sistema inmune ante los virus. En 2007 regresó a Asturias para convertirse en una pieza clave del grupo de López Otín, integrado por una treintena de especialistas en la vanguardia de la ciencia internacional.

Tras su reincorporación al grupo (que había identificado las proteasas de los genomas del ratón, la rata, el chimpancé y el ornitorrinco) participó en el proyecto dedicado al orangután. La labor de los asturianos, integrados en un enorme equipo internacional, consistió en descubrir los ortólogos (genes similares) que estas especies comparten con el ser humano. «Una tarea fundamental para avanzar en el conocimiento de nuestra especie», explica el científico, especializado en la bioinformática, es decir, en el desarrollo de los programas que posibilitan sistematizar los descubrimientos. Poco después, el equipo hizo lo mismo con el pinzón cebra, un pájaro australiano que es capaz de aprender un sofisticado canto sólo en el caso de contar con un «tutor» o ejemplar adulto que le enseñe durante los primeros meses de vida. «Se trataba de un caso realmente interesante por las características de este animal. Propició avances significativos, como descubrir la duplicación de un gen que se llama "caspasa 3" y que guarda relación con el sistema nervioso», destaca. Acaba de finalizar la anotación del genoma del tití, un pequeño primate.

Casi al mismo tiempo, en 2010, el grupo de López Otín inició su participación en el gran proyecto mundial sobre el estudio de los genomas del cáncer. Quesada y sus compañeros se hicieron cargo de analizar las mutaciones que participan en el desarrollo de la leucemia linfática crónica. Para ello, analizaron el genoma germinal u original de cuatro pacientes y el genoma de las células tumorales en cada uno de ellos. «Comprobamos que presentaban unas mil mutaciones de media», señala. Y detectaron la participación del gen «NOTCH 1», presente en el diez por ciento de las personas con este tipo de enfermedad. También definieron un gen conductor en cada uno de ellos.

«El principal problema a la hora de luchar contra el cáncer es que las mutaciones no son iguales en todos los casos. Por eso es muy complicado acertar plenamente con un tipo de tratamiento», destaca el investigador. Los trabajos del grupo se ampliaron recientemente con las muestras de 105 pacientes procedentes de diferentes hospitales españoles. Los resultados obtenidos se ordenaron a través de «Sidrón», un programa informático basado en el uso de algoritmos que Quesada ha perfeccionado durante los últimos años. Este análisis reportó al grupo de López Otín un dato inesperado: la participación del gen «SF3B1» en el desarrollo de los procesos tumorales. «Nuestra dedicación a partir de ahora consistirá en la caracterización de genes candidatos a ser conductores de la enfermedad. Algo determinante a la hora de diseñar estrategias contra ella», relata el especialista.

Al margen de la leucemia linfática crónica, Quesada ha participado en otras investigaciones sobre enfermedades hereditarias, que abren la puerta a la mejora en el diagnóstico y el tratamiento. Aún así, el bioquímico se muestra cauto ante la generalización de los análisis que permiten determinar la propensión de un paciente ante determinadas patologías, que actualmente ya realizan numerosas empresas privadas a precios que rondan los 5.000 euros.

«La posibilidad de adelantarse al desarrollo de patologías es algo tremendamente positivo. Pero antes de optar por esta práctica es necesario que se desarrollen los protocolos de seguridad pertinentes para evitar cualquier intromisión en la intimidad», razona. «Sería inaceptable, por ejemplo, que un seguro impusiera a alguien una prima mucho más alta que al resto porque ha tenido acceso a unos datos que indican una alta probabilidad de que padezca diabetes en un futuro», concluye Quesada, en un alegato a favor de establecer límites claros entre progreso y ética.