Fue muy comentado, sobre todo fuera de Cuba, el apretón de manos entre Obama y Raúl Castro durante los funerales de Nelson Mandela en Sudáfrica. Algunos medios foráneos vieron el gesto como un acercamiento, una ocasión perdida o una coincidencia de un protocolo caprichoso. La televisión cubana dio la imagen sin mayor interés.

Entre ambos países está en juego el regreso del preso americano Alan Gross, encarcelado en Cuba por llevar teléfonos móviles a los disidentes, y los cuatro cubanos condenados en Miami por espionaje. Un intercambio de presos satisfaría sendos intereses gubernamentales, pero el pueblo cubano seguirá allí aislado, donde se instaló en 1959.

Mientras la tele oficial habla de la digitalización de las cadenas como gran avance, a las que se ha unido la defensora del Chavismo venezolano, Telesur, que últimamente se está cebando con el Estado mexicano, la gente tiene que resolver colocando antenas clandestinas para ver lo que ocurre al lado de su propia casa, con el riesgo de ser descubierto y condenado a prisión.

En caso contrario puede levantarse a las siete de la mañana viendo documentales de boas que degluten cervatillos, dibujos animados, matemáticas aplicadas o seguir la "Mesa Redonda Informativa" (en este programa sí que saben crear la marca Cuba, aunque engañosa, claro). Donde, por cierto, aparecen Cayo Lara y José Luis Centella, los dirigentes españoles de Izquierda Unida, que estaban en visita oficial a la isla, despachándose a gusto contra el capitalismo, la crisis española y el imperialismo, bien es cierto que con razón en algunos argumentos, pero es que este tipo de opiniones producen un gran goce en los anfitriones, que dan tribuna a todo aquel que quiera vilipendiar aquello que ellos también detestan.

Lo único que rompe la monotonía viaria es la manifestación pacífica de las Damas de Blanco el día 10 de cada diciembre, reivindicando el respeto a los derechos humanos. No olvidemos que Cuba forma parte de la Comisión de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas. Unas señoras, esposas o madres de encarcelados en la Primavera negra de 2003, que se pronuncian ante el cine Yara, zona siempre repleta de ciudadanos, donde el cincuenta por ciento son policías de paisano. Se producen carreras, forcejeos, golpes y detenciones.

La prensa internacional toma nota y, al día siguiente, salen las imágenes en todo el mundo. Mientras saco fotos sobre la muchedumbre, un poli gigantón me coge la mano, le digo con fingida ingenuidad si está prohibido sacar fotos, y me dice: "Sí, compañero. ¡Ayúnanos!".

No hace falta ser un lince para darse cuenta de que están más nerviosos los represores que las reprimidas. Las consignas son tajantes: ni un alboroto y resolver con diligencia. Pero la propia Policía es la que la lía: coches por dirección prohibida en plan película. Empujones para meter a las señoras en un autobús mientras los guardias intentan tapar los cristales con cartones para que nos les saquemos fotos. Mujeres que se caen por el suelo. Otro disidente que echa a correr perseguido por una marabunta de gente, una mezcla de policías, periodistas, camarógrafos, curiosos, turistas y paseantes.

Además de los enviados por el régimen para contrarrestar el efecto Damas de Blanco gritando: "¡Viva Raúl!", "¡Viva Fidel!" mientras enarbolan fotos de ambos hermanos. Todo bien hecho, esta vez sí, para tirar por los suelos la marca Cuba. Luego, el diario "Juventud Rebelde" titula: "Tuitazo resalta los derechos en Cuba. Los cibernautas del mundo se unieron en solidaridad por la obra desarrollada por la Revolución". Ilustrado con la foto de una juventud atildada y sonriente que marcha tranquila.

Me cuenta mi doctor que cuando chico, en el colegio, en casos parecidos, el profe les mandaba ir a tirar huevos contra la fachada de los disidentes, que al cabo, quedaban embadurnadas de amarillo. La oposición cada día es más leve. La muerte de Oswaldo Payá el pasado año en un sospechoso accidente de coche, de la mano del miembro del Partido Popular, Ángel Carromero; y el fallecimiento de Laura Pollán, presidenta de las Damas de Blanco, han dejado un vacío importante.

Cincuenta y cinco años de revolución dan para que Oliver Stone presentara en el trigésimo quinto Festival Internacional de Cine Latinoamericano 2013 una película-documental en la que pretende demostrar que no fueron los EE UU los que ganaron la II Guerra Mundial, sino que fueron los rusos. Festival en el que estaba presente la película española dirigida por Gracia Querejeta "15 años y un día". Y donde no faltan los cantantes españoles, Serrat y Sabina, protagonistas del documental "El símbolo y el cuate", de Francesc Relea, con media página en el diario habanero "Juventud Rebelde". La afinidad de pensamiento siempre gusta mucho en la isla.

Todo es de Liborio. Un personaje satírico del caricaturista Ricardo de la Torriente de la primera mitad de siglo XX, que asume todas las penas y alegrías del pueblo cubano. Es lo que declara mi médico personal en la isla, el doctor Fernández (nombre supuesto, claro, estamos en Cuba). Cuando publiqué mi novela "Todo fue en La Habana" el director de la editorial Atmósfera Literaria, el escritor Luife Galeano, ponía en duda que fuera creíble un capítulo en el que el comandante va a revisión al hospital y todo el mundo se queda paralizado, estático, en estado de hipnosis ante su presencia. Es lo que definí en la ficción como "efecto Fidel". Cuando hace un mes, me dice mi doctor habanero de cabecera, llovió torrencialmente durante tres días la capital se quedó sin transporte público, ni autobuses, ni "almendrones" (coches americanos de los cincuenta), ni Ladas rusos, ni bici-taxis. En el cruce de la calle L con 23, en el Vedado, lugar de afluencia masiva de gente para tomar transporte hacia sus domicilios en los barrios periféricos tras el trabajo, se aglomeraron bajo la lluvia cientos, miles de personas, estáticas, sin saber qué hacer, ni qué decir, ni qué pensar, ni por qué esperar, sin mirarse siquiera, mientras el agua los inundaba desde arriba como si estuvieran cumpliendo una prueba masiva de fe. La gente aquí está anestesiada, me comenta mi especialista. Será, digo yo, el "efecto sistema".

Con tanta agua, las viejas casas se vienen abajo. Los medios españoles anunciaban hace poco que hay más de cuarenta mil viviendas en estado deficiente. Si un ciclón deposita su epicentro sobre la misma Habana media ciudad se hunde, dice el doctor. El deterioro general es tan grande que harán falta cien años para recuperar el país.

El Hotel Habana Libre, de cinco estrellas, tiene la piscina cerrada por goteras sobre el piso inferior donde están todas las tiendas de regalos, ahora cerradas. El Hotel Victoria, a unas cuantas cuadras de allí, lo mismo. Y es que, dice mi docto asesor, el deterioro es tan grande que coge desde los altos cargos hasta los más bajos.

Eso que en Cuba llaman el faltante, es decir, lo que sisa cada trabajador en su empresa para salir adelante, que ya se ha convertido en costumbre, hace que la calidad de los productos de construcción sean tan bajos que las reparaciones no duran nada. Y eso que el joven periodista de Cuba Visión, Lázaro Manuel Alonso, debate sobre la causa de la dejadez y la indisciplina en el trabajo, echando la culpa, no sólo a los bajos salarios, sino también a los mandos intermedios, que no dan ejemplo, llegan tarde, no producen y la atención al cliente es pésima. Algo es algo. Eso sí. Dentro de la revolución todo; fuera de ella, nada. Recuerdo el viejo dicho que escuché en aquella Rumanía inmersa en la URSS. "Ellos hacen como que me pagan y yo hago como que trabajo".

Esa ley de hace poco, donde se permitía a particulares emprender la peripecia empresarial, en lo que llaman cuentapropistas, se está viniendo abajo. La visión del Estado es tan corta que el día 31 de diciembre de 2013 se prohibieron las pequeñas tiendas familiares situadas en pisos o reducidos huecos de no más de seis u ocho metros cuadrados donde se vende ropa variada, porque el gobierno quiere que las prendas las confeccionen, se supone que con amor y delicadeza, las modistillas en sus casas. Nada de género de importación ni fabricado en serie.

Lo mismo que le está ocurriendo a los que instalaron en un local para cine en 3D, que estaba proliferando y encantaba a la gente. "Compraron unas sillitas, un proyector de DVD, una pantalla grande y unas películas", y ahora los quieren cerrar porque no pagan impuestos.

La máxima aspiración del cubano joven o de mediana edad es "salir de la jaula". Todo el mundo quiere irse del modo que sea. Por medio del matrimonio: Yuliandry tiene 46 años, está separada, tiene dos hijos que se van a ir a los EE UU, donde está su padre, y ella acaba de casarse con un jubilado español que vive solo y aburrido en el campo, que le pidió matrimonio en dos meses y ella aceptó incrédula y feliz. "¿Y si no funciona? Una vez allí ya me las arreglaré". O por medio del deporte, quedándose por ahí. O, en el menor de los casos, con la conocida balsa ingeniosa mar adelante.

Vivir con un salario de 15 o 20 dólares no es fácil. Una caja de leche nacional de un litro cuesta 2,40 dólares. No la compra nadie. Un periódico, "Granma" o "Juventud Rebelde", de ocho páginas cada uno, cuesta 20 centavos. Tampoco lo compra nadie. Una, por inalcanzable; los otros, por inservibles. La patata, originaria de América, ha desaparecido de Cuba, la sustituyen por una pasta de plátano grisácea y dulzona.

Uno de los negocios de última generación es la compra de "almendrones", los viejos Cadillac, por los extranjeros, a un precio que oscila entre los nueve mil y los doce mil dólares. Se deja el coche a un chófer para que los explote como taxi a cambio de unos 20 dólares diarios para el propietario, que le ingresan en un banco cubano. Se pueden facturar unos 50 dólares por jornada. Eso a pesar de que ahora se ha eliminado la "carta de autorización" para llevar a cabo las operaciones, en un intento de regular los precios en un mercado que desconoce lo que es la oferta y la demanda.

Cincuenta y cinco años de revolución no son nada si se mira desde este lado, pero llevarlos a cuestas en su propio laboratorio político no es algo baladí. Tal estado de ánimo ha creado tres frases que simbolizan la realidad, el miedo y el mutismo a la vez, y son capaces de dar respuesta a cualquier pregunta por muy enrevesada que ésta sea: "Noefásil. Maomeno. Yatusabe".

La mitología gubernamental se ha enriquecido con la muerte de Nelson Mandela cuya figura se ha unido al Che, Fidel y Martí. No podría ser diferente. El último gran lema es: "Mandela y Fidel entran en la historia como defensores de la libertad". Veintisiete años de cárcel sufridos por Mandela los separan. Además de las reivindicaciones tradicionales: los cuatro presos en EE UU y el bloqueo. Éste, al decir de algunos llamados expertos, está dando buenos beneficios a un yerno del actual presidente por la vía de las recargas de celulares por cubanos residentes en el imperio para los teléfonos de los parientes en Cuba.

En este país la fe es imprescindible para salir adelante. Pero no la fe religiosa, la FE (Familiares en el Extranjero). Porque, sobre todo entre los blancos que se acogieron a la ley española de nietos, titulados superiores que ya superan la cincuentena, casi todo el mundo tiene un retoño fuera de la isla en busca de futuro. Dicen que la fe mueve montañas. Pero en Cuba, de momento, sólo dólares.