Eso dijo Pep Guardiola junto a la Copa, remedando el «ja soc aquí» de Tarradellas al llegar del exilio a Barcelona. ¿Sólo palabras? Palabras: malbaratadas, desdeñadas, pero nunca inocentes, siempre con un cuerpo antiguo bajo el traje a la moda. La Copa: un amuleto, un signo de poderío, una fuente de bienes, una seña de identidad. El que trae la Copa a Catalunya: un mago, un médium, un guerrero milagroso. La Copa: el Santo Grial, copa también. Pep: ¿Merlín?, ¿Lancelot? ¿Perceval-Parsifal? Por ahí va el sustrato mítico del asunto, que mueve los hilos de lo que se agita en superficie, tan vulgar: una caravana sin glamour, un estadio lleno de gente, unos discursos tontorrones, unas algaradas callejeras. Pep: si resulta ser Merlín seguirá en los milagros (que no siempre salen), pero ¿y si es Perceval? En ese caso un día se plantará ante las murallas y dirá: «Ja soc aquí».