Gijón, J. MORÁN

El 21 de septiembre de 1969 el entonces arzobispo más joven de Europa entraba en la catedral de Oviedo. En aquella jornada de San Mateo, Gabino Díaz Merchán, de 43 años, tomaba posesión de la diócesis de Oviedo e iniciaba una estancia de 40 años en Asturias que llega hasta el presente. Nacido en Mora de Toledo, el 26 de febrero de 1926 -y arzobispo emérito de Oviedo desde su jubilación, en 2002- siempre ha declarado que «soy manchego, pero me siento como un asturiano entre asturianos».

LA NUEVA ESPAÑA ha hablado con los tres sacerdotes que fueron vicarios generales de la diócesis bajo su pontificado: José Álvarez Iglesias («Pepe el comunista»), Javier Gómez Cuesta y Juan Antonio Menéndez (también lo fueron Demetrio Cabo y Alberto Fernández García-Argüelles, fallecidos).

Los tres valoran positivamente los años en Asturias de Merchán, que había realizado los estudios eclesiásticos en el Seminario de Toledo y en la Universidad Pontificia de Comillas (Cantabria), con la licenciatura en Filosofía y el doctorado en Teología. Fue ordenado en 1952 y trabajó en su diócesis de origen hasta que en 1965 fue nombrado obispo de Guadix-Baza (Cádiz). Justo entonces asistió a la cuarta y última sesión del Concilio Vaticano II, siendo hoy el último obispo español vivo de los que asistieron a dicho acontecimiento.

Álvarez Iglesias rememora que «nos conocimos en muchas reuniones en Madrid, cuando él era consiliario de Acción Católica de Toledo y yo consiliario de Acción Social Empresarial». Al llegar a Oviedo «me propuso ser vicario general y yo puse reparos, pero alguien me dijo: "Cuidado, que los de Toledo son moros, y si se les mete algo en la cabeza, lo sacan adelante"». Iglesias comenta que «era un hombre con ganas de hacer algo nuevo en Asturias, y cambia las estructuras de pastoral de la diócesis». Además, «el Papa Pablo VI le indicaba que lo que tenía que hacer era dialogar con el clero, con los fieles, y esa fue su actitud, con mentalidad de apertura, con gran preocupación por los problemas sociales de Asturias y guiado por el Concilio».

«Tuvo problemas con el gobernador civil, al que siempre le dio la cara sin meternos a los demás en líos, y también tuvo el rechazo del clero conservador». Sin embargo, «lo soportó todo con paciencia, porque es un hombre de paz y de diálogo, un hombre comprensivo, un santo de Dios, hombre espiritual y más bien tímido». Álvarez Iglesias juzga que «ha sido la referencia de una época y "don Gabino, el bueno" es el nombre que mejor le identifica. Siempre le aprecié mucho y ahora le quiero mucho más».

Javier Gómez Cuesta estima que «han sido 40 años muy ricos en experiencia de Iglesia: Gabino llegó entusiasmado con el Vaticano II y siguió el camino que había abierto Tarancón, de modo que supo sembrar el Concilio».

No obstante, «se encontró con todo el conflicto social asturiano, de una región dividida en 1934 y en la Guerra Civil, pero supo iluminarlo de algún modo porque llevaba en la sangre y el alma el deseo de reconciliación» (Gómez Cuesta se refiere al fusilamiento de los padres de Merchán, acaecido en agosto de 1936, suceso que provocó su anhelo de concordia).

«A Gabino le llamaron "obispo rojo" y le sentaba mal: "Quien conoce mi vida, no pueden decir eso", replicaba». Cuesta asegura que no ha sido «ni rojo, ni azul, ni partidista, porque nunca estuvo a lo que dictaba un poder constituido, sino a lo que dice la Doctrina Social de la Iglesia».

El párroco de San Pedro (Gijón) agrega que «Merchán cree en una Iglesia silenciosa y comprometida, evangelizadora y samaritana; cree en el Evangelio y que éste se siembre poco a poco, roturando mucho el terreno. Huyó de todo relumbrón, de estar en primer línea, de ir a festejos y banquetes». En lo espiritual «es provindencialista, fiado de Dios, porque "el hombre no lo puede todo", como él mismo suele decir». Otro rasgo suyo «es la bondad, la de "el bueno de don Gabino": jamás en mi vida le he oído, no ya hablar mal de nadie, sino ni siquiera regular; siempre busca los aspectos positivos de las personas». En suma, «un hombre providencial, reconocido por los católicos y por la sociedad asturiana».

Juan Antonio Menéndez considera «tremendamente positivos» los años de Merchán, «desde su llegada hasta el último momento». El administrador parroquial de San Antonio de Padua (Oviedo) destaca «su idea de aplicar el Concilio, de la reconciliación y del diálogo Iglesia-sociedad». Menéndez asegura haberse sentido «siempre impresionado por su libertad de espíritu y su gran criterio evangélico». Al mismo tiempo, el sacerdote lamenta «las críticas injustas que recibió». En el plano personal, «fue como mi padre espiritual desde el momento en el que entré en el Seminario, una referencia como cristiano auténtico; ya le admiraba entonces y le he admirado más todavía mientras pertenecí al consejo episcopal. Es un santo, sencillo y cercano», concluye.

«"Don Gabino, el bueno" es el nombre que mejor le identifica»

<José Álvarez Iglesias >

Vicario general, 1969-1982

«Llevaba en la sangre y en el alma el deseo de reconciliación»

<Javier Gómez Cuesta >

Vicario general, 1982-1999

«Me impresiona su libertad de espíritu y su criterio evangélico»

<Juan Antonio Menéndez >

Vicario general, 2001-2002