Mieres del Camino,

Andrés VELASCO

Con una cámara prestada, el fotógrafo gijonés Gonzalo Juanes hizo hace más de seis décadas su primera instantánea, y ahí empezó todo. Ese momento mágico fue el comienzo para un profesional que se convirtió en referencia obligada en la fotografía española, un trabajo que le ha valido el reconocimiento de la Asociación de Fotoperiodistas Asturianos, que hace una semanas le brindaba un cálido homenaje en Mieres.

Nacido en Gijón, en 1923, Juanes recuerda sus inicios en la fotografía: «Tenía unos 18 años, y con un aparato de mi padre, que tenía escasas prestaciones, hice mi primera foto». Desde entonces, ha llovido mucho. «Antes de tener mi primera cámara nueva, tuve que apañármelas con máquinas de tercera, cuarta y hasta quinta y sexta mano para seguir con lo que por entonces era mi afición», relata.

Pero si por algo destacó Juanes, que formó parte a mediados de los cincuenta del grupo Afal (Asociación de Fotógrafos Almerienses), fue por ser el primer fotógrafo español en utilizar con asiduidad el color, algo que por aquel entonces se hacía de manera ocasional, y que sólo se llevaba a cabo en Estados Unidos. «Mis amigos y colegas trabajaban en blanco y negro, y creían que era el único sistema válido», explica Juanes, quien en aquel momento «estaba harto de tener que meterme en el laboratorio de blanco y negro, así que decidí utilizar el color, y además en diapositiva». Aquel empecinamiento del profesional gijonés comenzó a calar entre el resto de fotógrafos del país, que comenzaron a ver el color como algo natural, algo que Juanes ya había hecho suyo: «Quizás es cierto que me adelanté a mi tiempo».

Autodidacta desde que cogió su primera cámara, hoy, a sus 87 años, Juanes reniega totalmente de la tecnología digital: «Para mí deja de ser fotografía por la cantidad de recursos técnicos que existen para modificar la realidad y la imagen tomada. Una buena instantánea no hay que tratarla, es pura, y el fotógrafo debe manejar su técnica para sacarle provecho, pero sin modificaciones posteriores». Juanes defiende que el sistema analógico «muestra mucho más la habilidad del fotógrafo, cuando empecé no podía variar lo que había capturado».

Tras una carrera de más de seis décadas detrás de la cámara, casi siempre una Leika -su marcha fetiche-, Juanes es incapaz de elegir su mejor fotografía. «Hay muchas que me han dejado plenamente satisfecho, y otras muchas que no han valido para nada; sería incapaz de quedarme con una porque buenas o malas, cada una tiene su porqué», afirma, nostálgico, el gijonés.

Ahora, algo más apartado de la fotografía, ha llegado el tiempo de recibir homenajes por su dilatada trayectoria de fotógrafo. «Siempre he sido un hombre solitario, que no me ha gustado tener influencia, pero también reconozco que es una alegría este tipo de homenajes», relata Juanes, quien confiesa que su obra «la conocían veinte amigos, que han hecho que ahora sea más popular». Sin embargo, el gusanillo aún resuena en su estómago, y de vez en cuando todavía desempolva sus enseres para disfrutar de un hobby que se convirtió en una forma de vida.