No se puede hacer una tortilla sin romper los huevos. ¿Es posible que ETA se retire por completo de la escena y que a la vez siga estando ahí, como una amenaza, una latencia, una entidad durmiente, un ojo de Dios? No es posible. Para que todos coman una tortilla democrática en Euskadi hay que romper los huevos de ETA, y echar las cáscaras a la basura. No hace falta que pida perdón; basta que diga algo así: he llegado hasta aquí, la violencia de ETA ya no sirve en un mundo en el que hay amenazas mucho más fuertes con las que ETA no puede competir, y, en fin, me voy. Y que de verdad se vaya. Al día siguiente todos los suyos sin causas pendientes podrían condenar la violencia y defender su causa en las urnas. Y punto. Por dignidad, por principios, por prestigio, pero también con sentido realista, el sistema democrático no debería aceptar apaños, ambigüedades o zonas grises.