Algo huele a chorizo en las elecciones generales. No se asusten, no es insulto, sino información, hechos probados por los efluvios que salían el pasado domingo de una urna en Portomeiro, parroquia de Bembibre (La Coruña). Efluvios que, no es por ofender, salían de dos sobres con papeletas del PP, la blanca del Congreso y la sepia del Senado. Resulta que alguien introdujo dos lonchas de chorizo en los sobres y al descubrirlos en el recuento se desató la discusión sobre la validez del voto entre los miembros de la mesa y los interventores. ¿Se pueden aceptar dos chorizos en unas elecciones generales? El primer impulso del presidente fue decir que no, anular los votos, pero ante la reclamación del interventor popular, decidió aceptar como válido el sufragio al Congreso. El del Senado, no, porque al parecer las lonchas «estaban sobre los nombres marcados y las marcas se habían disuelto con la grasa», cito declaraciones del presidente de la mesa publicadas en «El Faro de Vigo», diario del mismo grupo editorial de LA NUEVA ESPAÑA.

Pero no quedó ahí la controversia, porque el Bloque Nacionalista Galego (BNG) presentó alegaciones al recuento, de modo que la licitud de introducir chorizos entre los candidatos a padres de la patria está ahora en manos de la Junta Electoral. El «caso del chorizo» se ha convertido en Bembibre en una cuestión de principios, porque ni el BNG ni el PP necesitan el voto, toda vez que en la mesa de la discordia la preferencia popular quedó clara incluso en los sobres sin embutido -103 de los 157 votantes apoyaron al PP-, pero el portavoz del partido nacionalista en la comarca, Óscar del Río, va más allá de la aritmética: «Lo interpreto como un insulto al PP», parece que dijo, muy serio, «yo no querría ese voto».

Mientras se resuelve todo el embrollo, los vecinos de Portomeiro están preocupados, no es para menos, porque ya se sabe que la justicia es lenta y les inquieta la conservación del embutido en la Junta Electoral -«el fiambre necesita frío», argumentan-, pero lo peor, el motivo más grande de indignación es que habiendo buen «porco» en la zona, los chorizos ni siquiera eran buenos, «ni caseros. Era una loncha industrial, de ésos de Revilla», comenta uno de ellos, supongo que sin ánimo de meter en el lío al ex presidente de Cantabria, que él es más de anchoas.

Pero la resaca electoral que recorre España da para muchas más anécdotas. También para romper tópicos y demostrar que los amigos de mis amigos a veces se convierten en mis enemigos. Que se lo pregunten, por ejemplo, a la diputada del PP por Murcia María Dolores Bolarín, que se dejó fotografiar en casa de unos amigos por «La Opinión de Murcia», también del grupo editorial de LA NUEVA ESPAÑA, y se convirtió, a su pesar, en la estrella del día en internet. El motivo era el personaje que aparecía en la imagen y que no era otro que José Antonio Primo de Rivera, fundador de la Falange.

Bolarín posó delante de la biblioteca de la casa de unos amigos, y en las estanterías, entre retratos de la familia de los amigos, aparecía también alguien que debía ser amigo ideológico de la familia, José Antonio Primo de Rivera. La diputada popular se brindó sonriente a posar para «La Opinión» sin percatarse del señor nada sonriente que aparecía justo debajo de su brazo, como se aprecia en la imagen que adorna esta gacetilla. La foto corrió por internet como la pólvora y Bolarín tuvo que pasar el día explicando que, como así fue, recibió a los periodistas en casa de unos amigos, donde estaba también el primer falangista...