Madrid, J. MORÁN

José Antonio Olivar (Lastres, 1939), culmina sus «Memorias» para LA NUEVA ESPAÑA con el relato de su actividad en la revista «¡Hola!».

l Principios fenomenales. «Antonio Banderas es otro de los hombres que yo he tratado bastante y es un tío que no ha perdido nunca la humildad ni el entusiasmo. Es un hombre de quitarse el sombrero y cuando se mete en algunos negocios (perfumes, hostelería, etcétera), lo primero que hace es averiguar si la empresa es de solera o fruto de pelotazo, y qué parte destina de sus beneficios a labores benéficas. Y si no, no trabaja con ellos. Y su esposa, Melanie Griffith, lo mismo. La gente la oye hablar tan acaramelada, diciendo: "¡Antonioh, Antonioh!...", y parece una mujer simple, pero es su forma de hablar porque no domina bien el castellano. Sin embargo, es una señora con unos principios fenomenales. Dejó de hacer cine porque en Hollywood, como dice Antonio, sólo quieren carne fresca y salvo Meryl Streep, las demás, en cuanto pasan de 30 años, se acabó. Melanie va a hacer ahora una serie de televisión. Otro personaje que me impresionó fue Olivia Newton-John durante su lucha contra el cáncer. La había visto en películas como "Grease" y la conocí en Los Ángeles, donde ella tenía unas plantaciones ecológicas y donde me encontré con el sabor de las manzanas de Asturias, las de huertas y prados. Eran manzanas que me recordaron a la mingana de Asturias. Ella venía a buscarme al hotel con su hija. Aún estaba con la quimio. "¿Puedo subir a tu habitación?", y desayunaba conmigo. "¿Puedo coger estas galletas del minibar?", y se las comían».

l Hijos sin división. «También conocí a Mia Farrow, que es una madre Teresa de Calcuta de los pies a la cabeza. La fuimos a ver con todos sus niños. La primera vez que la vi fue en Connecticut, al lado de Nueva York. Cuando llegamos ella salía al médico con uno de los niños, que tenía mucha fiebre. A las siete de la tarde, las chicas que trabajaban con ella se iban y quien limpiaba los mocos era ella. Nos dio una lección al fotógrafo y a mí. Para tener variedad de fotos, se me ocurrió decirle que hiciéramos una foto de ella con sus hijos biológicos y otra con los adoptados. "Haced las divisiones que queráis menos ésa, porque son todos igual, hijos míos". Ella había adoptado incluso a chiquillos con problemas y se desvivía por ellos. Después fue cuando pasó lo tremendo de que Woody Allen se enamoró de Soon-Yi, hija de Mia. Oportunidades como éstas son las que me ha dado "¡Hola!". Cuando vas por Latinoamérica, todos los embajadores y muchas personalidades quieren salir en la revista, porque es un poco como la Biblia para ellas. Es uno de los medios con más difusión en el mundo: tenemos 19 franquicias, hasta en Rusia o en Malasia. Pero recuerdo que cuando llegué a "¡Hola!", incluso de cara a la gente que me conocía de antes, la revista me cambió. Tenía más pelo que ahora y era hasta más guapo y más alto, pero la atención que te prestaban no era por ti, sino por la revista. Lo importante era "¡Hola!", y nunca, ni los dueños, ni el director, ni nadie de la revista ha buscado protagonismo. Lo que se busca es darle al lector lo mejor. En cambio, hoy en día, en las televisiones los protagonistas ya no son las estrellas, sino los propios periodistas y uno cualquiera que aparece por allí. De hecho, los famosos lo tienen muy jorobado y han de tener un cuidado enorme porque llega cualquiera y cuenta que estuvo con una actriz o con una modelo, y para ganar algún dinero y sin pudor ninguno cuentan que se acostó con él o con ella. Incluso cuentan que en el baño del famoso hay un azulejo desconchado».

l El precio de la información. «Pero una cosa son los noviazgos o los romances y otra cosa son los ligues de un día, o contar los polvos de un señor. Tienes que poner unos límites de decencia. Y que no haya insultos, y que los reproches lo sean hasta cierto punto, y que con los malos tratos, si los hay, se vayan a los juzgados, y no a una revista a sacar trapos sucios. Porque "¡Hola!" tiene un secreto: el respeto. Y aquí se comprueban las noticias. Nosotros, cuando damos un embarazo, es que existe, y si hay dudas, como sucedió en algún caso hace tiempo, le preguntamos a la famosa: "¿Te importa hacerte una foto con el ginecólogo y que diga cómo va la cosa?". Y si el médico te engaña, ya sería demasiado. Quiero decir que nuestros niños nacen, salvo en excepciones como el pobre nieto de la Pantoja. Paquirrín estaba esperando un hijo y la pareja lo ha perdido. Pues mala suerte. La exclusiva del hijo que esperaban la dimos nosotros, aunque ella estaba embarazada de muy poco tiempo, pero ellos quisieron dar la noticia antes porque se iba a filtrar por ahí. Quisieron darla en exclusiva para ganarse un dinero, pero de lo que se paga en las revistas no sé nada. Cuando voy a hacer un reportaje no quiero saber nada de eso. Ojalá las noticias no nos costasen, pero la información siempre cuesta y cuando te viene por una agencia internacional también te cuesta dinero. Pero en cantidades es algo en lo que no entro en absoluto, es algo que lleva la dirección y punto. Lo hace perfectamente Eduardo Sánchez Pérez, que además de periodista tiene estudios de economía y de dirección de empresas, creo que por ICADE, de los jesuitas».

l La espuma de la vida. «Y el diseño de "¡Hola!" nunca a ha cambiado. ¿Para qué vas a cambiar si funciona? ¿Por qué no cambia la Mercedes su estrella o la Rolls Royce la rejilla del radiador? En esencia, "¡Hola!" es lo mismo que al comienzo. El fundador decía que la revista ofrecía "la espuma de la vida", pero también el trasfondo, lo humano que hay detrás de la noticia y del personaje. Si hablan con nosotros y nos abren las puertas de sus casas es porque confían en nosotros. Hay separaciones y rupturas, y las contamos, pero con un listón en el que no quepan insultos, ni humillaciones, ni desprecio de nadie».

l El saxo del señor Lewinsky. «Una de las historias más curiosas que viví fue cuando me manda el director a hacerle una sesión de fotos a Monica Lewinsky y a entrevistar a su padre, un doctor bastante prestigioso. Ella había engordado por los nervios con el escándalo de Clinton, pocos meses antes. Recuerdo que el fotógrafo, Luis Carrero, de los mejores de España y amigo mío desde hace casi 40 años, le decía: "¡Monica, sonríe, guapa, guapa!", y ella contestaba: "¡Guapa no, estoy gorgda, gorgda!". Hablamos con el padre, que estaba indignado porque había votado a Clinton y por el escándalo. Cuando estoy hablando con él y le están haciendo las fotos veo que detrás tiene un saxofón, como el que tocaba Clinton. Y le dijimos: "Oiga, para estas fotos quítelo porque va a haber coña con esto". Probablemente otra publicación no lo hace y se ceba en eso, cuando no tiene nada que ver. Ese tipo de cuidados, propios de "¡Hola!", es algo que los personajes te agradecen. Al día siguiente, ella volaba a Nueva York y la acompañamos a un lugar cercano al hotel Plaza, donde vivía su madre y una tía. Llegamos y aquellas dos señoras eran otra cosa. La madre, que fue la que guardó el vestido de la hija con manchas de semen, estaba contentísima con salir en la revista y era la frivolidad total. Cuando vi la cosa llamé al director: "Eduardo, aquí están las celestinas de todo el asunto; ellas la lanzaron". Esa entrevista no se publicó, pero sí la del padre. Fue una exclusiva que dimos en todo el mundo. Eduardo, el director, tenía una frase muy buena que me decía: "Vas a ver a esta señora y confiésamela, tú que fuiste cura". Porque hay que saber un poco; es lo único que sé hacer: entrevistas. He sacado siempre lo más posible y nunca a traición».

l Asustándote menos. «Soy un optimista y un hombre con suerte. Podía haber palmado como todos mis hermanos o mis padres. No pido nada y cada día es un regalo para mí. No tuve a mis padres y zapatillazos de mi abuela me caían bastantes, porque yo era muy revoltoso. Pero sales como quieres ser. En el Seminario aprendí muchísimo y leí todo lo habido y por haber. Tuve grandes profesores y aprendí latín, que me lo ha dado todo porque es el castellano mismo, el idioma con el que me defiendo. Por el Seminario de Oviedo también pasó, unos años antes, Javier de Montini, un periodista que es una institución en la prensa de famosos, y que es de Carrandi, como mi abuela. Y también en el Seminario fui compañero de otro futuro periodista, Ceferino de Blas. Más o menos intento ser equilibrado. Me considero abierto y bastante comprensivo. Cuando vas avanzando en la vida, vas disculpando más a la gente y asustándote menos».