La pregunta que me hice ayer, viendo que el mismísimo presidente del Gobierno, es un decir, Mariano Rajoy, no había logrado casi ni media entrada en el Palacio de Congresos Gabino de Lorenzo (la denominación se la inventó ayer el nuevo alcalde, Caunedo, aunque para mí siempre será El Centollu), fue si el auditorio estaba medio lleno, medio vacío. La cuestión era pensar si aquello era en realidad un éxito o si el desánimo había calado ya de tal forma en el electorado que ni don Mariano merecía una excursión mañanera a Buenavista. En ese caso, quizá lo mejor era, ya que estábamos, anunciar que en aplicación responsable de los recortes, finalmente, la campaña se iba a atajar y los dados se echarían hoy mismo sobre la marcha. Votar hoy y ahorrarnos otra semana de ver arrastrarse a los candidatos por mercados, de ver cómo los de aquí y los de allá se ven obligados a fartar a deshora. Porque la dieta 25-M es muy peligrosa. Que se lo pregunten a Rubalcaba. Once y media de la mañana y el hombre tuvo que meterse culete de tres dedos de profundidad, bollu chorizu, casadielles, rosquilla y dos euros de galletas. ¡País!