Asturias necesita un Gobierno estable que impulse las reformas que necesita la región para salir de la crisis, un Gobierno que quiera y que pueda gobernar. A la vista de los resultados del pasado domingo, y a la espera de que el voto emigrante pueda dar un vuelco radical a los resultados, sólo hay dos posibles presidentes: Javier Fernández y Francisco Álvarez-Cascos.

Hasta ahora Cascos, dedicado a tres turnos en su empeño de destrozar al PP, apenas tenía ganas ni tiempo para gobernar. Y, con 16 diputados de 45, hay que poner mucho interés en gobernar para lograr acuerdos con otros partidos y lograr las mayorías necesarias con las que aprobar nuevas políticas en la Junta General.

Ahora el líder de Foro pondrá cara de triunfador, pero ha perdido tres diputados y sólo es el segundo partido en la Junta. Para mantener el despacho y la vivienda de Presidente del Principado en Suárez de la Riva tiene dos vías: una, la que parecería más lógica, rectificar su política anterior, acercarse al PP y formar un Gobierno conjunto; otra, la que parece más probable, humillar a los líderes del PP pasándoles por la cara su derrota y presionar a las bases populares para que se rindan a él y le den el voto de sus diez diputados a cambio de nada al grito de «todos para mí, que viene la izquierda».

Hace diez meses usó esta segunda estrategia y le resultó bien en Gijón y mal en el Principado. Aunque en el Gobierno regional jugaba con red: el PSOE renunció a presentar su candidatura a la Presidencia del Principado (IU se había ofrecido a dejar los votos necesarios a Javier Fernández) y le dejó la vía libre sin necesidad de apoyos del PP. Tal parecía que un pacto del duernu FAC-PSOE le había llevado a presidir Asturias.

Ahora Cascos no tiene salvavidas. Necesita el apoyo explícito del PP. Si forma un Gobierno conjunto, tendrá la estabilidad necesaria para sacar la región de la crisis. Luego habrá que ver si lo consigue, pero con sólo 13 diputados es imposible lograr nada, sean buenas o malas las políticas que se quieran poner en marcha.

Si opta por la segunda vía, presionar a los de Rajoy para que le apoyen sin darles nada a cambio, presentarse en la sesión de investidura sin haber negociado nada antes y decirles a los diputados del PP que decidan entre darle a él todo el poder o dejar que gobierne Javier Fernández, llevará a la región a un nuevo desastre y quién sabe si a otras elecciones el año próximo. Lo que sí es seguro es que por este camino Cascos logrará destrozar definitivamente al PP asturiano. Habrá conseguido su objetivo inicial cuando puso en marcha su partido, pero con un golpe en la cara a todos los asturianos, que deberán padecer otros tres años de gobierno anémico y sin ganas de sacar la región adelante.

La alternativa es un Gobierno de Javier Fernández. El socialista, el más votado tanto hace un año como ahora, parece que en esta ocasión sí quiere gobernar. Sus posibilidades de lograr un Ejecutivo respaldado fielmente por más diputados que los de la derecha se reducen en principio a que los emigrantes le den un escaño más en el occidente a costa de Foro. Tendría que gobernar en minoría y alcanzar continuos acuerdos con los demás partidos para gobernar.

El PP debería estudiar la opción de apoyar un Gobierno de Javier Fernández, tanto desde dentro del Ejecutivo como desde fuera, al menos si Cascos rechaza pactar con ellos un Gobierno normal, coherente y democrático, que respete a la oposición y a quienes discrepen de él. Lograría un Gobierno estable para Asturias, el más centrado posible, con un fuerte respaldo social y en la Junta General y daría una lección a los propios socialistas que le van a arrebatar la Presidencia de Andalucía a pesar de que el PP sí fue allí el partido más votado.