Oviedo, Eloy MÉNDEZ

Vicente Gotor se siente como en casa en el laboratorio 349 de la facultad de Química, donde trabaja a diario el grupo de investigación que fundó en 1988 y que se ha convertido en un referente internacional en el estudio de biocatalizadores. Cada frase que pronuncia el Rector de la Universidad de Oviedo junto a las estanterías llenas de tubos y probetas es una lección magistral para los 25 miembros del equipo, entre los que se encuentra su hijo mayor, Vicente, que acaba de obtener la plaza de profesor titular con un currículum envidiable. «Me puedo ir tranquilo, creo que ya no soy necesario. Están capacitados para proseguir ellos solos», asegura el padre, a poco más de tres años y medio de la jubilación, que le llegará en la cúspide y con un testamento científico que ya tiene herederos.

Aunque el rector pasa cada vez menos tiempo con la bata blanca por sus obligaciones institucionales, sigue siendo el alma de su grupo de Bioorgánica, que actualmente desarrolla cinco proyectos dotados con más de 700.000 euros -dos con financiación de la Unión Europea, otros dos gracias a empresas privadas y, un quinto, a través del ministerio de Economía y Competitividad-. «No paramos. Este año, cuatro chicos han leído su tesis y todos tienen trabajo ya», afirma, satisfecho de un equipo formado por siete numerarios y 18 becados posdoctorales, entre los que hay dos polacas y una francesa.

Pero Gotor tiene motivos más íntimos para la satisfacción. Su hijo tocayo decidió hace años coger el testigo de las investigaciones y actualmente se ha convertido en uno de los pesos pesados del grupo. En el laboratorio, llama a su padre por el nombre de pila, como el resto de sus compañeros. «Es algo que, en un principio, le extrañaba incluso a él, pero creo que es necesario separar las cosas del trabajo de la familia», apunta el vástago, en uno de los momentos más felices de su vida. El pasado 2 de junio nació su hija Sara -la primera nieta del Rector- y, once días después, obtuvo la plaza de titular tras superar unas oposiciones para las que estaba acreditado desde 2009. «Paso más de nueve horas a diario en la Facultad, pero la niña lo ha cambiado todo. Es mi máxima ocupación y la de mi mujer Elena. El abuelo también está loco con ella», asegura.

Gotor junior tiene Química en la sangre. Su madre, Rosa Fernández, es profesora del departamento de Biología Molecular y su hermano Miguel, es ingeniero químico, aunque orientó su carrera hacia la empresa privada. «Es algo que he mamado, cuando era pequeño pasé muchos ratos en el laboratorio que mi padre tenía en la actual facultad de Ciencias, en el campus de Llamaquique. Todavía me acuerdo de los dibujos que había en aquella pizarra», comenta.

Pero hace años que vuela solo. Tras obtener la licenciatura en 1997, consiguió el doctorado y, en junio de 2002, se trasladó a Edimburgo para realizar una estancia de dos años gracias a un contrato «Marie Curie» de la Unión Europea, bajo la supervisión de Nicholas J. Turner. De regreso a Oviedo, obtuvo una beca-contrato «Juan de la Cierva» y, después, otra «Ramón y Cajal». Con 38 años, ha publicado 75 trabajos de investigación, seis capítulos de libros, ha conseguido una patente y ha dirigido cinco tesis. «Su formación ha salido casi a coste cero», afirma el Rector.

El «sucesor» ha ganado un fuerte protagonismo dentro del grupo y es uno de los principales responsables, junto a Iván Lavandera, de los proyectos «Biotrains» y «Bionexgen», dedicados, respectivamente, a la formación de estudiantes de doctorado y a la generación de nuevos biocatalizadores para fármacos, que son muy selectivos y apenas tienen efectos secundarios. Aún así, está seguro de que echará de menos a su padre cuando se retire. «Vicente es insustituible. Una figura como él aparece muy de vez en cuando. Dejará un hueco difícil de cubrir», sentencia.

Los Gotor asistieron ayer, como cada mes de julio, a la cena de despedida que organiza el grupo de investigación para celebrar el fin de curso, que tuvo lugar en un céntrico restaurante ovetense. Hoy toca jornada de limpieza en el laboratorio, que cerrará sus puertas hasta septiembre. «Desde que soy Rector, ha subido notablemente el número de trabajos publicados. Han demostrado que pueden rodar solos. Ellos son, sin duda, la gran satisfacción de mi vida laboral. Es un placer haber creado un grupo humano que sigue unido y que ya es capaz de funcionar de manera autónoma», apunta el Rector, preparado para dar el relevo.